Capítulo 106 - Raíces perdidas

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Había perdido la noción del tiempo, y con él se había fugado mi rabia por la actitud prepotente de Severus y mi exacerbada preocupación por la desmesurada reacción de mi padre. Me incorporé adolorida, sacudí un poco la posible suciedad de aquel vestido granate de terciopelo y me aparecí en los terrenos de la Mansión Prince. No iba a permitir que Severus pasara solo la noche de Navidad.

Nada más entrar a la casa me descalcé, era raro pasar a una superficie plana después de algunas horas con el talón a un nivel algo superior a la puntera y el suelo de parqué se sentía helado.

Agarrando el vestido con una mano y con los zapatos en la otra subí corriendo las escaleras. Al llegar a la planta superior tomé el pasillo de la derecha hasta llegar a nuestra habitación.

La puerta estaba cerrada.

Era raro, nunca cerrábamos la puerta, solamente en aquellos momentos de intimidad, no tan usual en días como estos dónde cuando no teníamos que asistir a alguna reunión de la Orden del Fénix, era con los Mortífagos. Necesitaba unas vacaciones de mis propias vacaciones.

Abrí con cuidado la puerta. El interior de la sala estaba oscuro. Sin abrir del todo la puerta me colé sigilosamente o, al menos, ese era el plan. Plan que se torció cuando me golpeé con el marco de la puerta en el meñique.

Un sonoro quejido salió de mi boca, había rememorado todos los predecesores del gran Merlín. Entré en la habitación abruptamente, saltando sobre mi pie no adolorido.

Una luz azul me deslumbró. Rápidamente mis manos se alzaron para tapar la fuente de luz de mi vista.

- ¡¿Qué coño se supone que estás haciendo?! -preguntó Severus exaltado – Son cerca de la una de la madrugada.

- Créeme que no me he golpeado queriendo – contesté adolorida.

- No estoy de humor para escuchar tus excusas – apagó su varita y, tras unos segundos de oscuridad, se encendieron un par de velas.

- Siento haberte dejado allí – respondí sincera – Aún enfadada contigo, jamás debí salir de allí sin ti.

- Me has abandonado a mi suerte – comentó molesto.

- Severus... - toqué su brazo desnudo.

- No, Lyra – se zafó de mi agarre y se levantó –. Me has dejado solo en la boca del lobo. No tienes la menor idea de lo que pasó segundos después de que te fueras.

- Cuéntamelo.

- No haberte marchado – se hizo de rogar.

- Por favor – insistí.

- He tenido una para nada agradable charla con el Señor Oscuro. Apareció allí justo en el momento en que salía. Seguramente te vio marcharte sola.

- ¿Te ha hecho algo? – a primera vista nada en su cuerpo parecía diferente a aquella mañana.

- No, solo hemos estado... Hablando. Más bien, él hablaba. Monstruo... - comentó en voz alta para sí mismo.

- ¿Qué te ha pedido?

- Me ha contado con pelos y señales lo que te había pedido. ¿Cómo tuviste el descaro de preguntar si podías acostarte conmigo? – preguntó enfadado.

- ¡Yo no dije eso! Solo pregunté hasta donde debía llegar si era necesario – farfullé en voz baja.

- Debiste aceptar sin preguntar. Nunca preguntes o respondas algo diferente a "sí" cuando él te pida algo. El Señor Oscuro nunca miente, le basta con distorsionar la verdad.

Dark Shadow ~Severus SnapeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora