Quién me diría que esa persona que un día conocí como un desconocido podría despertar en mí tanto interés.
No sé en qué momento pasó, ni cómo fue que empecé a sentir aquello.
Su nombre resuena siempre como un susurro dentro de mi cabeza... Severus S...
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- ¿Por qué tengo que ir yo? – el pocionista no paraba de quejarse.
- Severus, por favor – le supliqué. Habíamos tenido esta conversación seis veces ya.
- No entiendo por qué tengo que pasar una maldita noche en la Mansión Malfoy.
- Vamos estaremos prácticamente solos, sabes que mi hermano no estará.
- ¿Estar con la mayor chismosa de Gran Bretaña no te parece lo suficientemente una mala idea?
- Exageras.
- Con Narcisa exagerar se queda corto. ¡Arpía!
- Vamos a llegar tarde por querer adecentarte a última hora.
Suspiré y le ayudé a colocarse los gemelos.
Salimos de las habitaciones mientras él se ponía aún su levita. Estaba segura de que solo la llevaba para ocultar el pisa corbatas con un caldero, porque podía simplemente haber usado la capa de Lethinfold como otras veces.
- Lyra, escúchame – murmuró antes de voltear el pasillo que daba a dónde la fiesta de Slughorn –. No dejes que Slughorn te exponga como trofeo.
- Lo sé, lo sé.
- Eres mi trofeo, no el suyo - puntualizó
- ¡Severus! – lo regañé, mirando a los alrededores y esperando que ningún alumno o invitado cotilla estuviera allí.
- No hay nadie – me tranquilizó –. Estás preciosa con ese vestido negro.
Como odiaba cuando me decía cosas así. Aún sentía vergüenza cuando me hacía cumplidos de ese tipo. Seguramente entraría sonrojada a la sala.
- Entremos de una vez – le propuse algo nerviosa.
Él colocó formalmente la mano en la parte baja de mi espalda y nos dirigimos hacia la puerta cerrada. Al llegar, el pelinegro golpeó el llamador.
Un hombre bastante gordo, ojos saltones y bigote de morsa abrió la puerta.
- ¡Severus! Menuda sorpresa, realmente llegué a pensar que no vendría. Y viene acompañado de una joven hermosa – intenté saludarlo, pero me interrumpió antes de poder abrir la boca –. Es un honor conocerla Señorita, Albus me ha hablado muy bien de usted, siempre te tiene entre halagos y no se cansa de decir que usted es brillante – se hizo a un lado –. ¡Pasad, pasad!
Dentro hacía una temperatura agradable. Desaté el nudo de mi capa y la dejé caer hasta mi regazo.
- ¿Cuál es el tema del trabajo de su maestría? – preguntó interesado el profesor de pociones.
- La extracción de esencia mágica del seno de pociones sin que estas pierdan sus propiedades – le aclaré calmadamente.
- Muy interesante, sin duda. Es una pena que no lo hiciera bajo mi tutela.
