Quién me diría que esa persona que un día conocí como un desconocido podría despertar en mí tanto interés.
No sé en qué momento pasó, ni cómo fue que empecé a sentir aquello.
Su nombre resuena siempre como un susurro dentro de mi cabeza... Severus S...
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Septiembre pasó en un parpadeo y dio paso a un frío y lluvioso octubre. A pesar de haber dejado una asignatura a parte todo parecía igual.
Las clases de Moody eran realmente interesantes, claro, si es que no tenías ni idea de que eran las artes oscuras. Me pasaba las clases en otro mundo y en los duelos fingía fallar.
Por las noches iba a la Sala de los Menesteres a intentar hacer algunos avances. Y los fines de semana solía pasar ratos con Severus, sobre todo era destacable las tardes del sábado en la propiedad de los Prince.
El día esperado por prácticamente todos llegó el 30 de octubre, cuando en el lago negro se alzó un imponente galeón y en el cielo se divisó un carruaje tirado por unos caballos alados. Yo a mi modo esta descontenta, pues el sábado anterior Dun cojeaba un poco y lo único que quería era poder verlo, pero todo el personal del castillo estuvo demasiado ocupado el fin de semana y, últimamente, Severus desconectaba desde el principio del curso la chimenea de su cuarto y solo la activaba cuando íbamos.
Así que, en resumidas cuentas, estaba bastante preocupada por mi pequeña creía de kneazle, además de que no veía al, temido por muchos, murciélago de las mazmorras ni este intentaba tener contacto conmigo, solo hablamos vía pergamino. Esperaba que, con esta llegada, el ambiente se calmara un poco.
A veces me ponía un poco celosa y quería reclamar a Severus para que nos pudiéramos ver al menos unos minutos en la noche, pero no quería montar ninguna escena, al menos no estando todo bien entre nosotros. Me había prometido a mí misma demostrar que soy lo suficientemente madura como para aceptar las cosas y no quejarme ante ellas.
Mientras todos estaban fuera en los terrenos yo divisaba todo de reojo desde una de las pequeñas ventanas de la biblioteca.
- ¿Qué te pasa? - preguntó una voz casi imperceptible, pero que reconocí muy bien.
En la amplia biblioteca solo estábamos tres alumnos y la Señora Pince. Bueno, ahora también estaba él.
Me encontraba rodeada de altos muebles llenos de libros, por lo que la visión desde cualquier lado de la biblioteca era nula.
- Nada - respondí como si no supiera a qué se refería - ¿tu no deberías estar fuera?
- Lyra - llamó mi atención Severus-, ve luego después de la cena, la chimenea está conectada. Yo iré en cuanto pueda.
- Gracias - dije con una sincera sonrisa.
Tenía muchas ganas de levantarme de la silla y tirarme a sus brazos. El pareció por un momento mirar al rededor, luego se acercó a mí y depositó un silencioso beso en mis labios. Notaba su necesidad en la intensidad con la que me estaba besando.
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