Quién me diría que esa persona que un día conocí como un desconocido podría despertar en mí tanto interés.
No sé en qué momento pasó, ni cómo fue que empecé a sentir aquello.
Su nombre resuena siempre como un susurro dentro de mi cabeza... Severus S...
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Abrí los ojos molesta por la luz y alcé la cabeza desorientada. Notaba algo pegajoso en la mejilla, seguramente se me habría caído la baba mientras dormía. Severus me apretó contra su pecho, una mano rodeaba mi cintura mientras la otra estaba apoyada sobre mi vientre.
El reloj de pared marcaba casi las nueve de la mañana, lo que me hizo incorporarme con brusquedad de la cama. Se había hecho tarde y el desayuno había sido hace dos horas.
- ¡Ya era hora! – la voz de una mujer hizo que ambos pegáramos un bote en la cama.
Severus se incorporó con rapidez y sacó su varita de debajo de la almohada, apuntando a la mujer rubia junto a la puerta.
- ¡Joder, Narcisa! ¡Que susto! – él apartó la varita y la volvió a meter debajo de la almohada.
- Te veo bien, yerno – comentó la ojiazul con sorna –. Me gusta ese nuevo look – se refirió a su pelo, cortado a unos pocos pares de centímetros de longitud en un estilo clásico.
- Mejor guárdate tus falsos halagos para otro.
- Hablo en serio – contestó con molestia –, te queda bien.
- ¿A por qué has venido? – Severus no quería evasivas.
- Solo estoy de visita.
- Cuéntaselo a quien te crea.
- ¿Qué haces aquí mama? – pregunté algo agitada. Aún me estaba recuperando del susto.
- Tenía que hacerme una revisión y me he pasado de camino – contestó con simpleza –. Habré llegado hace cinco minutos, el café estaba muy bueno – señaló una bandeja en la mesita a su vera con el desayuno.
- Al menos alguien aquí ha desayunado – me froté los ojos con pereza, cómo si aquello me fuera a despertar.
- Dos veces, para ser exactos – puntualizó –. ¿Cómo está hoy mi Lilit?
- ¿Lilit? – preguntó Snape confundido.
- Fue el único nombre de niña al que Lyra no puso mala cara al escucharlo. ¿No me digáis que aún no habéis escogido nombre? – se escandalizó.
- Mamá... - intentaba buscar una excusa para calmarla.
- A mi me gusta – comentó Severus para él mismo.
Giré la cabeza rápidamente hacia él.
- ¿En serio? – le pregunté incrédula.
- Sí – respondió el pelinegro con simpleza.
- Perfecto – los ojos de la mujer frente a nosotros brillaron –, Lilit entonces.
Me levanté de la cama, la devolví a su estado original y me cambié y arreglé mis malas pintas con magia.
- Decente estás más guapa, querida – comentó la mayor banalmente.
- No seré yo la que critique a alguien recién despertado – le volví la cara – Ni se meta a ver en el dormitorio de otros.
