Quién me diría que esa persona que un día conocí como un desconocido podría despertar en mí tanto interés.
No sé en qué momento pasó, ni cómo fue que empecé a sentir aquello.
Su nombre resuena siempre como un susurro dentro de mi cabeza... Severus S...
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El año académico había transcurrido escandalosamente mal.
Los pocos mortífagos dentro del castillo pensaban que no salía de mis habitaciones en las mazmorras, mientras que el resto de los profesores pensaban que Snape me tenía recluida en la torre del director.
En alguna que otra ocasión había acudido a hablar con McGonagall, pero nunca me atendió.
- Lyra, estate quieta, por favor – pidió a mis espaldas.
Mordí la almohada mientras sentía como lentamente como iba empujando su miembro en mí.
Era un momento algo incómodo, no es que no me apeteciera, pero no era normal la determinación para hacerlo a mitad de la tarde. Se había mostrado raramente insistente.
- Estas muy tensa – se reclinó sobre mi espalda para susurrar cerca del oído –. Relájate – empujó sobre mi espalda para arquearla – Mucho mejor – murmuró complacido para sí mismo.
El malestar pronto desapareció cuando las oleadas de placer me hicieron vibrar bajo su delicado toque. Mis gemidos no tardaron en llegar.
- ¿Ves? – cada embestida era tortuosamente lenta – Solo necesitabas dejarte llevar.
Con sus propias piernas abrió más las mías, facilitando la penetración. El impacto de su escroto contra el clítoris llevaba el acto a un nivel superior.
De repente, todo se acabó.
Volví la vista extrañada. No pude evitar sonreír ante su tierna mirada, tan llena de cariño.
Me di la vuelta, exponiendo toda mi desnudez. Él se lanzó a mi cuello cual león hambriento doblegando a una gacela.
Alzó mis piernas con cuidado de no forzar demasiado mi poca elasticidad y volvió a introducirse en mí. Se acomodó con cuidado y lo rodeé con las piernas justo por encima de su blanco, delgado y lampiño trasero.
Apoyó su frente contra la mía y me miró fijamente a los ojos, todo se sentía más íntimo y especial con el contacto directo, cara a cara.
No es que de aquella manera fuera más placentero, pero era, por así decirlo, nuestra postura confort.
Mis labios buscaron los suyos con hambre. Gemí sobre su boca a la par que me hacía sentir rozar el cielo.
Podía sonar algo cursi, pero en aquel momento, piel con piel, casi podía sentir todo lo que él experimentaba. El baile hacia ya unos minutos que había reducido la marcha, simplemente disfrutando de cada momento, sin prisa.
Salí de mi embelesamiento cuando colocó una de sus manos sobre mi mejilla.
- Te amo – su susurro aterciopelado acarició mi alma con suma delicadeza.
Y sin más, se acabó el acto, tan alelada quedé que no contesté a sus sentidas palabras. Severus se incorporó y sentó al borde de la cama, dándome la espalda. Segundos después se giró y me besó antes de comenzar a vestirse.
