Quién me diría que esa persona que un día conocí como un desconocido podría despertar en mí tanto interés.
No sé en qué momento pasó, ni cómo fue que empecé a sentir aquello.
Su nombre resuena siempre como un susurro dentro de mi cabeza... Severus S...
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Una tiza salió volando desde la mano de Snape hasta el chico a mi izquierda.
Con el paso de los meses poco a poco fui tolerando al "nuevo", quien por su parte no se separaba de mí.
Entre aquello, la abusiva implantación de Decretos Educacionales y la presencia de integrantes de la Brigada Inquisitoria en casi cada pasillo habitable de Hogwarts era imposible intentar acercarme a Severus. Y, en defecto, este rehuía de mí cada vez que el Señor Tenebroso nos solicitaba o me echaba de su despacho cuando Norm se colaba allí, cosa que con el paso de las semanas de rechazo terminé por desistir.
La mitad de la clase fijamos la mirada en la tiza, que realizó un arco perfecto e impactó con fuerza contra la frente de Kevin Van Denend.
Las risas no tardaron en expandirse por el salón mientras Kevin se frotaba la frente con gesto adolorido.
- Stoommerik! (Cabrón) – se quejó energéticamente el castaño con un acento cerrado.
- ¿Qué decía Van Denend? – preguntó Snape aún más enfadado que antes.
- ¡Que duele! – le contestó de mala manera.
- Sí, seguro – lo miró de arriba abajo -. háganos a favor a todos, deje de molestar a su compañera y comérsela con la mirada.
- Uhhhhh – se escucharon a algunos alumnos coreando en voz baja.
Miré por el rabillo del ojo hacía el inmaduro chico, estaba rojo por la ira. Su mirada demandaba urgente la muerte del pocionista.
- Le advierto Van Denend, una miradita más y lo envío fuera por falta de interés en la clase.
El chico a mi lado pasó prácticamente todo lo que restaba de aquella última clase del día de dos horas refunfuñando y diciendo cosas en holandés en voz baja.
Una vez llegamos a la Sala Común de Slytherin, Kevin tiró la mochila de mala gana y se dejó caer en el sofá.
- ¡Lo odio! He tenido malos profesores en Beauxbatons, pero ninguno le llega a este tío a la suela de los zapatos.
- Bueno, parece que el odio es mutuo – Copeland añadió leña al fuego.
- No le creerás, ¿no? Lyra.
- Claro que no - respondí para intentar calmar su furia.
"Es un fastidio sentirse constantemente observada" pensé.
A pesar de los intentos de múltiples alumnos de Séptimo por incluirlo en su grupo, él no se separaba de ambas o, en su defecto, de mí. A pesar de mi principal rechazo hacia su persona, había aprendido a tolerarlo. En primera estancia, su chulería y ego me había recordado a Mark Bosschetto, lo que me hacía evitarlo todo lo posible, pero pronto descubrí que era una buena persona y simplemente mostraba esa altanería para aparentar ser fuerte.
