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Estoy que me lleva el demonio, pero no sé, exactamente, por qué

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Estoy que me lleva el demonio, pero no sé, exactamente, por qué.

Hacía muchísimo tiempo que no me sentía así de enojado y la sensación me es tan incómoda, como desconcertante; es por eso que, cuando el agua fría me golpea de lleno en la nuca y la espalda, el alivio es inmediato.

Algo dentro de mí parece estar a punto de estallar y no sé qué hacer para detener el torrente de emociones abrumadoras que me embargan, mientras que, al mismo tiempo, recapitulo una y otra vez lo ocurrido las últimas horas.

Acabo de volver de encontrarme con Rebeca.

Tenía que hacerlo. No podía dejar las cosas así luego de saber que vino hasta aquí y habló con Andrea respecto a nuestra reunión de hoy.

Por supuesto que íbamos a vernos. Claro que sí. El asunto es que no era para lo que, seguramente, Andrea pensó que sería. La verdad de las cosas es que iba a verme con Rebeca para terminar de una vez por todas eso que teníamos. Lo había estado posponiendo tanto, que decidí que lo mejor que podía hacer, era citarla y terminarlo de la mejor manera posible.

No se lo dije a Andrea, porque... bueno... ¿Cómo demonios le explicas a la chica con la que tienes algo exclusivo que vas a verte con la mujer a la que te follabas para terminar de tajo con eso sin parecer un completo hijo de puta?

Ahora que lo veo en retrospectiva, creo que fue la decisión más estúpida que pude haber tomado jamás.

Por otro lado, no puedo dejar de sentirme descolocado por la forma en la que Andrea reaccionó. La sensación de asfixia que me provoca el mero pensamiento de ella tomándose las atribuciones de reclamarme algo, me provoca ansiedad y, al mismo tiempo, una sensación dulce. Todo esto aunado a la pequeña punzada de irritación que me hace sentir el hecho de darme cuenta de lo frágil que es su confianza en mí. En la promesa de exclusividad que le hice.

Es demasiado. Estoy tan ofuscado, que no soy capaz de pensar con claridad.

Un sonido frustrado se me escapa de la garganta y me froto la cara con fuerza para tratar de enfocarme en la metódica tarea de tomar una ducha. Mientras lo hago, vuelvo a darle vueltas al asunto.


Para cuando salgo de la ducha, me siento como un completo imbécil. Ahora que el agua fría ha hecho lo suyo, no dejo de pensar en cómo me habría sentido yo de haber estado en el lugar de Andrea. En lo furioso que me habría puesto de haberme encontrado con un fulano aquí abajo, esperando por ella, para luego enterarme que tenía un encuentro con él sabiendo que tenemos algo exclusivo.

Un suspiro cansado brota de mi garganta y me obligo a empujar lejos el hilo turbio que están tomando mis pensamientos al tiempo que me pongo unos shorts y me seco el cabello.

Para cuando termino de ponerme desodorante y algo de loción, me siento aún más culpable; es por eso que, luego de dejar la toalla extendida sobre un mueble dentro del baño, me encamino hacia la salida de la habitación.

De nuevo tú ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora