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El ardor que me provoca el alcohol en la garganta es bien recibido por mi cuerpo, pero mi estómago protesta cuando el calor abrasador del tequila me quema las entrañas

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El ardor que me provoca el alcohol en la garganta es bien recibido por mi cuerpo, pero mi estómago protesta cuando el calor abrasador del tequila me quema las entrañas.

Quizás deberías detenerte. Me susurra el subconsciente, pero vierto un poco más de tequila en el caballito vacío que sostengo entre los dedos.

No sé a qué hora empecé a beber. Tampoco sé cuánto he bebido. Solo sé que estoy muy —muy— borracho.

La pesadez en la lengua y las imágenes distorsionadas a mi alrededor me lo hacen saber a gritos; pero, de todos modos, me tomo de golpe lo que acabo de servirme.

Esta vez, es una punzada intensa en las sienes lo que hace que deje ir lo que sostengo con las manos para colocarlas sobre mis ojos.

Soy patético. Un imbécil. Un idiota incapaz de afrontar lo que siente por una mujer.

Tomo el teléfono una vez más y lo contemplo un largo rato.

Andrea no ha respondido. Yo tampoco he intentado llamarle. No me atrevo a hacerlo. ¿Qué voy a decirle? ¿Que regrese? ¿Que está volviéndome loco estar así con ella? ¿Que no concibo los jodidos días sin su compañía y que me asusta todo esto que despierta en mí? ¿De qué sirve que lo haga si de todas maneras no sé qué es lo que quiero?

He pasado toda la vida evitando involucrarme demasiado. Imponiéndome límites para no ser como mi padre. O, peor aún, como mi madre... He pasado tanto tiempo huyendo de todo esto que Andrea despierta en mí, que ahora no sé qué demonios hacer con ello.

Esto no debería estar pasando. No debería sentirme así. No debería querer correr a buscarla y suplicarle que vuelva a casa.

Necesito hablar con alguien. Necesito que alguien me diga qué diablos hago con esto que me taladra el pecho. Qué hago con este pánico sin sentido que tengo de no ser suficiente.

Le llamo a Dante —pese a que ya lo intenté un par de veces sin éxito— pero no contesta.

Contemplo la posibilidad de dejarle un mensaje hablándole sobre todo esto que siento, pero no me parece adecuado, dado a que todavía no le he agradecido la botella de tequila que envió al pent-house por mi cumpleaños.

Me sirvo otro caballito y me lo echo a la boca de golpe.

Detente ya. Me reprime el subconsciente, pero lo ignoro una vez más y me sirvo otro poco de alcohol. El que sea necesario para adormecerme los sentidos. Estas ansias desesperadas que siento por saber de Andrea.

Marco el número de Oscar, pero tampoco contesta y maldigo a mi mala suerte.

Bebo un poco más antes de encaminarme hasta la terraza para tomar un poco de aire. Es hasta ese momento que me percato de lo intoxicado que me encuentro. Apenas puedo caminar. El aire fresco me golpea y me mareo un poco debido a la cantidad de licor que tengo en la sangre.

De nuevo tú ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora