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Estoy aterrada

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Estoy aterrada. Siento que el corazón va a escaparse fuera de mí debido a la violencia con la que golpea contra mi caja torácica.

Soy un manojo de nervios ahora mismo y no entiendo muy bien por qué.

Supongo que, antes, la posibilidad de la libertad era tan lejana, que estaba más resignada que otra cosa. Sin embargo, ahora las cosas han cambiado.

Bruno Ranieri ha tomado y caso, y no solo eso, sino que se ha encargado de llenarme de esperanzas y expectativas. De planes a futuro y posibilidades infinitas.

De eso han estado hechos los últimos meses de mi vida. De esperanza. De estabilidad y de un hombre impresionante haciendo su trabajo de una manera asombrosa.

En cuestión de apenas unos meses, Bruno ha conseguido cambiar por completo mi panorama legal.

Para empezar, descubrió que el Corporativo Mendoza estaba pagándole al licenciado Guzmán para perder mi caso a propósito. Estaba tan furiosa cuando me lo dijo, que Bruno tuvo que detenerme de llamarle al viejo ese para gritarle hasta de lo que se iba a morir.

Me pidió hacer las cosas a su modo y, ahora, ha iniciado un proceso en su contra. De ganar —Bruno dice que no hay posibilidad alguna de que perdamos ese juicio—, perderá su licencia para ejercer e irá a la cárcel. La cantidad de tiempo que pase ahí, dependerá de un juez, pero mi novio no está dispuesto a dejar que salga muy bien librado de esto, así que hará todo lo que esté en sus manos por arruinarlo, justo como él estaba intentando arruinarme a mí.

La verdad es que no sé cómo me siento respecto a eso. Una parte de mí desea pedirle a Bruno que se detenga. Que el licenciado Guzmán ha aprendido la lección; pero otra, esa que aún recuerda todo lo que pasé durante esas dos semanas de mi estadía en la prisión, me susurra que él no iba a tener esa misma misericordia por mí. Que estaba dispuesto a dejarme en la cárcel, pese a que no hice nada de lo que se me acusó.

Debe pagar por lo que hizo y no porque me lo deba a mí o a alguien en específico, sino porque es lo correcto. Cada acción tiene una consecuencia y ese hombre debe afrontar las consecuencias de las decisiones que ha tomado.

En cuanto a lo que mi caso respecta, Bruno tiene la certeza de que puede librarme de todos los cargos.

Luego de haberme hecho explicarle todos los protocolos que se realizaban a la hora de entregar las declaraciones fiscales en el Corporativo Mendoza, revisó —junto con un contador— todas y cada una de las pruebas presentadas por la empresa.

El vacío que Bruno encontró, fue que ninguna de esas declaraciones fraudulentas —esas que contenían facturación de empresas fantasma— no estaban firmadas por mí. Era requisito indispensable que así se hiciera. De lo contrario, era motivo de sanción grave —en primera instancia— y despido inmediato de ser algo recurrente —como en todas las declaraciones sin firmas que presentó el Corporativo como pruebas.

De nuevo tú ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora