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Ahí viene de nuevo

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Ahí viene de nuevo.

Es como un bucle incesante. Un ir y venir, rebotando como pelotita de pingpong de un lado para otro, sin salir de lo mismo.

Empieza conmigo, levantando el teléfono del pent-house. Le sigue la voz de Baltazar diciendo que la hermana de Bruno estaba en la recepción y, luego, recuerdo la indecisión. El no querer ser grosera y dejarla esperando allá afuera por él y, al mismo tiempo, el no saber cómo se tomará el mismo Bruno saber que me he tomado esas atribuciones.

Puedo evocar el sonido de mi voz cuando le dije algo entre las líneas de: «Que suba. Solo pasa la llave maestra y desde aquí libero el código».

Lo siguiente pasa como un borrón, porque corrí a la habitación para ponerme algo decente —necesitaba quitarme el conjunto diminuto que llevaba para sorprender a Bruno— y, lo siguiente que vi al regresar a la sala, fue a esa mujer. Rebeca.

Un escalofrío me recorre cuando revivo lo que sentí al verla aquí. Baltazar dijo que era la hermana de Bruno, pero ahí solo estaba ella, a la mitad de la estancia, mirando alrededor.

Cuando nos miramos, no dijo nada. Yo tampoco lo hice. Nos quedamos así unos instantes hasta que, finalmente, se dignó a hablar.

Todavía puedo recordar sus palabras:

Lamento haber mentido. Lo que pasa es que tenía que hablar contigo.

Le pedí que se marchara. Le dije que llamaría a la policía.

Cierro los ojos y me llevo las manos al cabello, porque recuerdo a la perfección qué fue lo siguiente que pronunció:

Está bien. Me iré. Pero antes necesito decirte algo importante. Debes saberlo. Es lo justo.

Lágrimas nuevas me invaden la mirada cuando recuerdo haber avanzado hasta el mueble en el que se encuentra el teléfono para marcar el número de emergencias.

Esto es grave, Andrea. Tienes qué escucharme. —Revivo el sonido de su voz, al tiempo que me veo a mí misma, girándome sobre mi eje para encararla.

Me extiende una hoja de papel.

¿Se acostó contigo también las últimas semanas? Si es así, debes ir a revisarte, porque si a mí me lo pegó, seguro a ti también.

Sacudo la cabeza, para tratar de deshacerme de las imágenes que le siguen a lo que dijo.

No tomé el papel. Por supuesto que no. Solo lo miré fijamente hasta que me atreví a arrastrar la vista hacia ella.

Dijo que también iría a decírselo a Nancy, la pelirroja.

Entonces, empezó a hablar. Dijo que ella sabía que lo nuestro era exclusivo, pero que de todos modos no se negó cuando Bruno la buscó todas esas veces que estuvo con ella a escondidas mías. Lloró. Me pidió disculpas por haber accedido a estar con él, aún cuando sabía que lo que teníamos era un acuerdo de dos.

De nuevo tú ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora