22

107K 9.9K 5.4K
                                    

Me despierto desde muy temprano pese a que hoy no trabajo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Me despierto desde muy temprano pese a que hoy no trabajo. Inevitablemente, mi reloj biológico no me deja dormir más allá de las seis. Si tengo suerte, puedo despertarme hasta las siete, pero casi nunca cuento con ello. Hoy desperté a las seis quince, por ejemplo.

Durante la primera hora y media, me moví por el apartamento con toda la naturalidad del mundo; sin embargo, cuando fui consciente de que era cada vez más tarde y de que Bruno se va más o menos a las nueve de aquí, subí a mi guarida y no he bajado desde entonces. No planeo hacerlo hasta que lo escuche marcharse, lo cual espero que sea pronto porque estoy muriendo de hambre.

Así de patética me comporto hoy en día. Ocultándome de los problemas. Justo como prometí que jamás haría de nuevo; pero, luego de lo que ocurrió ayer —y de lo ridícula que me sentí al enterarme de que Bruno en realidad no se fue con esa mujer (acorde a sus palabras)—, no tengo el valor de enfrentarlo todavía. De fingir que no me provoca una revolución en el cuerpo cuando se me acerca.

Con todo y eso, no puedo dejar de pensar que esto —el que Bruno me haya dejado en claro su postura respecto a las relaciones sentimentales— es lo mejor que pudo pasarme. En mi vida todo siempre ha sido caos. De alguna manera, los problemas me reciben con los brazos abiertos. No quiero ni imaginarme el infierno que sería vivir conmigo misma si hubiese dejado que esto creciera y me engullera viva. Si lo que siento por él se hubiese alimentado lo suficiente como para hacerme una herida de cicatriz permanente.

Mis ojos se cierran unos instantes, mientras trato de borrarme de la memoria ese gesto aterrorizado que le vi esbozar en la cocina ayer por la noche y me siento miserable. Como una completa estúpida porque he permitido que esto se me saliera de las manos.

Trato de distraerme en el teléfono, pero, cuanto más tarde se hace más ansiosa me siento. Ansiosa y... hambrienta. Pasan de las diez y el estómago me ruge porque suelo desayunar a las nueve y media a más tardar; pero Bruno todavía no se va y no quiero arriesgarme a topármelo de frente.

A eso de las diez y media estoy famélica, así que decido que me voy a escabullir hasta la cocina a servirme un tazón de cereal para aguantar mientras se va y, luego de bajar las escaleras con sumo cuidado, me dirijo a la cocina asegurándome de ser silenciosa.

En el instante en el que pongo un pie en el umbral, un grito se construye en mi garganta y quiero volver sobre mis pasos.

Bruno Ranieri está ahí, de espaldas a mí, trabajando en algo —aún no sé del todo en qué. No alcanzo a ver—, y todo dentro de mí se revuelve con violencia.

Durante un nanosegundo, considero la posibilidad de escapar ahora que creo que no me ha visto —sentido— todavía, pero su voz me detiene cuando dice:

—¿Con qué te gustan los omelettes?

Mis párpados se cierran con fuerza y quiero patalear de la frustración, pero termino aclarándome la garganta para después cuadrar los hombros.

De nuevo tú ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora