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El sonido estridente y familiar que me invade la audición hace que me remueva sobre la mullida superficie en la que me encuentro

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El sonido estridente y familiar que me invade la audición hace que me remueva sobre la mullida superficie en la que me encuentro.

Un sonido quejumbroso se me escapa de los labios cuando la melodía insistente continúa y se alarga hasta volverse abrumadora.

El gruñido de la voz de Bruno me hace un poco más consciente de lo que ocurre a mi alrededor, pero no soy capaz de comprender una sola palabra de lo que dice.

Cuando la canción se detiene, el sueño vuelve a embargarme y no sé cuánto tiempo pasa antes de que vuelva con toda su fuerza a despertarme de nuevo.

Me ruedo sobre mi eje y el dolor se dispara en todas las direcciones posibles. Un sonido ahogado y adolorido se me escapa y hago una mueca, siendo cada vez más consciente de lo que sucede a mi alrededor.

—¿No vas a responder? —inquiero, en dirección a Bruno, quien tiene la cabeza levantada y el teléfono en una mano.

—Es tu amiga —dice, mientras me muestra un mensaje de Dante que dice que Génesis me llamará al teléfono de Bruno—. La esposa de Dante.

En ese momento, y como si hubiese sido invocada por el poder de nuestras palabras, el teléfono vuelve a sonar en la mano de Bruno, y mi rostro magullado aparece en la pantalla ante la solicitud de Facetime que mi amiga ha enviado.

—Respóndele, por lo que más quieras. —Bruno dramatiza y una sonrisa dolorosa tira de mis labios casi al instante.

—No me hagas reír —me quejo—. Me duele.

Él masculla una disculpa antes de dejarme su teléfono y darme la espalda.

El edredón claro le cae sobre la cintura, dejando al descubierto parte de su torso desnudo y firme, y quiero golpearme por mirarlo como lo hago durante unos instantes.

Me digo a mí misma que no tengo ni un ápice de vergüenza y deslizo el dedo sobre la pantalla para responder.

La imagen de Génesis aparece en mi campo de visión y me enderezo en la cama solo para darle la imagen más decente posible de mí misma.

—¿Estás bien? ¿Cómo te sientes? —dice, tan pronto como es capaz de verme y una sonrisa tira de las comisuras de mis labios—. ¿Qué diablos fue lo que pasó?

Un suspiro largo se me escapa. De pronto, recapitular la pesadilla de ayer, se siente agotadora; pero, de todos modos, le digo lo que pasó a grandes rasgos.

Le cuento, también, cómo es que una pareja de señores me ayudó y me llevó a la clínica, y que fue ahí donde llamaron a la policía y me permitieron avisarle a alguien acerca de lo que había pasado. Entrando un poco en detalles, le explico que, como no me sé el número de nadie, salvo el de mis padres y el suyo, decidí arriesgarme un poco y le llamé, a sabiendas de que era probable que no me contestara por la diferencia horaria.

De nuevo tú ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora