105. Pasión

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Al volver a la casa Cailed cerró la puerta, Amber lo arrinconó contra la puerta y comenzó a besarlo desenfrenadamente, ya estaban casados, podían besarse más salvajemente sin tener que parar, Cailed levantó a Amber en brazos, ella se sujetó a su cintura con sus piernas, entre besos se dirigieron a la habitación.

Cailed la tiró en la cama y le dijo.

_ Quieres darte un baño primero.

Amber lo agarró de la camisa, tiró de él y le dijo.

_ No, ya nos bañaremos después.

Ella comenzó a quitarle la camisa,  Cailed deslizó sus manos debajo de su vestido, subió por sus muslos, él recordó que la última vez que lo había hecho ella se había enfadado y le preguntó.

_ ¿Puedo?

_ No preguntes por cada cosa que hagas, soy tu esposa, hoy harás mucho más que tocar mis piernas.

Ante el claro permiso Cailed no se detuvo, siguió acariciándola y besándola con hambre voraz, él le quitó el vestido, agradeció que fuera fácil de quitar.

Amber acarició le comenzó a quitar los pantalones, y en cuestión de segundos ya estaban desnudos, Cailed se puso encima de ella Amber abrió la piernas para que encajara mejor, ambos se tocaban como si desearan estar bajo la piel del otro.

Cailed acarició los pechos suaves Amber mientras exploraba en su boca, los jadeos y el sonido de sus besos resonaron en la habitación.

Todo fue salvaje, feroz, ambos ardían ante las caricias del otro, él apretó con fuerza sus pechos y Amber le mordió en el cuello y le dijo.

_ No tan fuerte.

Cailed era inexperto, no sabía qué hacer exactamente, había usado más fuerza de la que debía, intentó ser más delicado con Amber, pero era casi imposible, la pasión lo cegaba, él comenzó a quitarle las bragas, cuando ya no hubo ninguna pieza de ropa entre ellos, su cuerpos chocaron como dos olas que se golpean entre sí, ellos se besaron hasta cansarse, Cailed ya no podía más, su miembro endurecido le dolía, levantó su rostro distorsionado por la lujuria y le preguntó.

_ Puedo.

_ Te he dicho que no preguntes idiota, claro que puedes.

Cailed comenzó a hundirse lentamente en ella, Amber gritó de dolor, él se asustó y retrocedió y le preguntó.

_ ¿Estás bien?

_ Si, no te detengas.

Amber lo beso para distraerse, y lo mordía cuando iba demasiado rápido,    Cailed le preguntó.

_ ¿Me puedo mover?

Amber asintió con la cabeza, Cailed se movió lo más lento que podía, pero le fue casi imposible controlar sus caderas.

Amber se aferró fuertemente a las sábanas, le dolía pero también sentía un maravilloso placer que la hacía gemir.

Cailed se jamás se imagino que estar con la persona que amaba diera tanto placer, el solo había leído en libros sobre los actos sexuales, pero ningún libro podía  explicar aquello, no había palabras para describir lo que sentía mientras movía sus caderas contra las de Amber, mientras su gemidos resonaban en la habitación, aquello era tan maravilloso que lo hacía temblar, reír y gritar, todo al mismo tiempo.

Sus lenguas se entrelazaban  mientras estaban unidos, la expresión de dolor había desaparecido del rostro de Amber, solo había placer puro, Cailed enterró su cara en su cuello, diciendo su nombre una y otra vez antes de que él se derrumbara contra su hombro.

Amber cerró los ojos, por un momento le pareció ver una lluvia de  estrellas, ambos habían llegado al clímax, estaban jadeantes, sudados y   cansados.

Cailed la estaba aplastando, había dejado caer todo su peso sobre ella, pero no le dijo que se apartará, ella rodeó su cuello con sus brazos, hundió sus manos en su cabello y le dijo.

_ Te amo.

_ Yo también te amo, le dijo Cailed, con una voz entrecortada, ¿ Estás bien?

_ Si, estoy feliz.

Cailed se quedó durante unos minutos sobre Amber, después se movió, se acostó a su lado, le acarició el rostro aportándole pequeños mechones de cabello y le dijo.

_ Por fin eres mía.

Amber lo besó y le dijo.

_ Y tú eres mío.

Él la rodeó con sus brazos y le dijo.

_ Soy el hombre más feliz del mundo por tenerte.

Ella le regresó el abrazo, sus pechos se presionaron contra él, y dijo.

_ Y yo la mujer más feliz del mundo por tenerte a ti.

Cailed acarició los negros cabellos de Amber, le quitó las pequeñas florecitas que aún llevaba en el cabello, ella comenzó a quedarse dormida, él tiro de la sabana para taparla, esa noche ellos durmieron abrazados, piel contra piel, compartiendo su calor.

Al día siguiente Cailed se levantó al escuchar que tocaban la puerta, él se puso la bata y fue abrir la puerta, era una señora mayor, dijo.

_ He venido para prepararles la comida.

Cailed la dejó pasar, aquélla señora fue directamente a la cocina, y comenzó a cocinar; Cailed volvió a la habitación, Amber ya se había despertado y le dijo.

_ Creí que seguirías durmiendo.

_ Ya no tengo sueño, ¿Dónde estabas?

_ He ido abrir la puerta, han venido a prepararnos la comida, yo no sé cocinar y dudó que tú puedas.

_ Claro que se, dijo Amber.

_ ¿Enserio?

_ Si, pero lo hago fatal.

Cailed se sentó en la cama, la besó y le dijo.

_ Buenos días mi amada esposa.

Amber se rió y le dijo.

_ Que bonito se escucha eso.

_ Me alegra que te guste, de ahora en adelante, lo escucharás  todas las mañanas.

Ella le acarició el rostro y le dijo.

_ Qué afortunada soy, podré ver el lindo rostro de mi guapo esposo cada día, y escuchar sus dulces palabras.

Cailed la abrazó y le dijo.

_ Si,  somos afortunados por tenernos.

la hija del DuqueWhere stories live. Discover now