39. Perdido en tus besos.

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Cailed retiró sus manos de la cintura de Amber, levantándolas en alto y le dijo.

_ ¡Por favor no!

Amber se rió divertida y le dijo.

_ ¿Tanto miedo doy?

_ Cuándo quieres, ¡si!

Amber volvió a acercarse a él, puso una mano en su pecho y le respondió.

_ Si sabes dónde colocar tus manos no te haré nada.

Cailed aún tenía muy presente el dolor de su costilla rota así que pensó que lo mejor era no tentar a la suerte le dijo.

_ ¿Quieres un té?

_ ¿Qué ?

_ Si llamare a uno de los sirvientes para que lo traigan, le dijo él mientras se alejaba hacia la puerta.

Amber lo alcanzó antes de que él abriera la puerta y le cogió la mano.

_ Deseo estar un ratito más contigo a solas, si llamas a un sirviente tendré salir de aquí ya que si mis padres se enteran que estuve en tu habitación, no me la acabaré, y ya ni te digo lo que te harán a ti.

Cailed se había puesto tan nervioso con la amenaza de que le romperían otra costilla que no pensó en el hecho de que aún seguían en su habitación y le dijo.

_ Tienes razón.

_ Claro que la tengo.

Amber lo arrastró con ella hacía el sofá, donde se recostó en su brazo y le dijo.

_ Te extrañaba, por eso vine a verte.

Cailed se quedó quieto con las manos lejos de Amber y le dijo.

_ Yo también.

Amber levantó su cabeza, se le quedó mirando y le preguntó.

_ ¿De verdad?

Cailed se sonrojo y le dijo.

_ Por supuesto, moría de ganas de verte.

Amber le cogió la mano a Cailed, entrelazando sus dedos con los de él, y pudo sentir su piel, cálida y suave; dura dónde tenía los cayos por las largas horas de práctica con la espada. Él cerró los dedos con fuerza contra los de ella.

El se quedó mirando el rostro de Amber, que tenía las mejillas ligeramente sonrojadas y eso le causó un poco de gracia y se rió casi sin pensarlo.

_ ¿De que te ríes? le preguntó Amber.

_ No puedo creer que te sonrojes por tomarnos de las manos y no por tocarme el trasero.

_ No estoy sonrojada.

Cailed le tocó la mejilla y le dijo.

_ Justo aquí, estas roja.

Amber puso su otra mano sobre la suya y le dijo con las mejillas, más rojas.

_ Quiero que me beses.

Cailed se quedó mirando los ojos color avellana de Amber y bajo su cabeza para besarla, él no era ningún experto así que lo hizo con un poco de torpeza.

Él podía sentir el suave y dulce aroma que desprendía el cuerpo de Amber y al separar sus labios, bajó hasta el cuello para sentir su aroma y le dijo.

_ Hueles muy bien.

Amber al sentir el cálido aliento de Cailed sobre su cuello se sintió acalorada, él beso su cuello con fuerza y ella dejó escapar un pequeño ruidito, él dejó su cuello y volvió a sus labios tiernos y dulces.

Amber lo recibió gustosa soltó su mano y lo rodeo por el cuello atrayéndolo hacía ella.

El la abrazo por los hombros y su beso se fue volviendo más intenso, Amber sintió como si su mundo hubiera desaparecido, y solo hubiera quedado Cailed, el calor de su piel, la necesidad de estar más cerca de él, de encajarse en él.

Cailed estaba disfrutando del dulce sabor de los labios de Amber, perdido en su boca cuando escuchó la voz de Sam que le decía.

_ ¿Puedo pasar?

Cailed se puso muy nervioso y cuando regresó a sus sentidos estaba encima de Amber, lo cual ni siquiera recordaba en qué momento lo había hecho, ella estaba sin aliento con y un poco despeinada debajo de él y pensó que si alguien los encontraba de esa manera iba hacer muy malo así que se apresuró a decir antes de que Sam entrará.

_ Estoy ocupado, vuelve más tarde.

_ Está bien, le contestó Sam y comenzó a alejarse.

El se quitó de encima de Amber y sintió una punzada de dolor por su costilla rota, ella al ver su expresión de dolor le preguntó.

_ ¿Estás bien?

Cailed al ver a Amber tan preocupada le dijo.

_ Si, no es nada tranquila.

_ ¿Estás seguro?

_ Si, hum... Creo que lo mejor será que vayamos fuera antes de que Sam regresé.

Cailed sabía que Sam tardaría un buen rato en regresar pero él considero que estar a solas con Amber era demasiado peligroso así que le mintió para que dejarán la habitación.

Amber se levantó del sofá, se acomodó el cabello y le dijo.

_ ¿Estás seguro que no quieres descansar?

_ Estoy bien, puedo salir a dar un paseo por el jardín.

la hija del DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora