Blanquea sus ojos mientras esboza una bonita sonrisa de dientes blancos y perfectos.

—No te dejo embriagarte porque, en primera, aún debes llevarme a casa, y en segunda, con alcohol en la sangre es más probable que montes una escena con tu ex.

—¿Sería una escena sí voy a su mesa —apunto con la mano—, la tomo de la nuca y la beso frente a todos?

Se lleva la mano a la barbilla y hace un ruido con su garganta.

—Sí —determina después de tanto pensar—, más que nada, porque también trajiste pareja, ¿lo olvidas?

—¿Cómo olvidar que traje a una chica que parece mi hija? —ironizo, recargando el codo en la mesa y la cara en mi mano, observándola.

Ella suelta una carcajada y acaricia su mejilla.

—Bueno, gracias por el halago, pero ser tu hija sería imposible, Adán —se acerca a mi rostro, observa a ambos lados y susurra—: nuestro desliz sería ilegal.

—Ni que fuera marihuana sin prescripción médica en aeropuerto.

Sus ojos cafés me observan atentos al alejarse y después por encima de mi cabeza hasta fijarse nuevamente en mí.

—No has dado el anuncio del embarazo.

Encogí mi hombro.

—No lo vale. Los que me importan lo saben. Es más de lo que necesito de este nido de escorpiones.

—¿Alguien dijo escorpiones? Porque es de mala educación hablar de la tía Lupe a sus espaldas, eh —se metió Adara en la conversación.

—En está familia les encanta hacer muchas cosas a espaldas de otros —mascullé con amargura. Cerré mis ojos y sentí una mano sobre mi hombro, apretándolo en señal de apoyo.

Chánfles. Sí he de estar dando mucha pena. Hice una mueca. Es tiempo de marcharse y procesar lo que será mi nueva vida de ahora en adelante: un hijo que no es mío pero que —por algún motivo— me da mucha emoción ver nacer, un primo que me bajó a la novia —como si tuviéramos diez años, maldito inmaduro— y una boda con sesenta y ocho asistentes cancelada.

Solo espero no ser el hazmerreír del despacho. Abrí mis ojos, encontrándome con unos rizos chocolate muy bien definidos. Quizá no sea tanta mi pena.


Apago el motor y me giro hacia ella. Tiene la mirada puesta al frente y noto como estruja el borde de su vestido. Inhala profundo y lo suelta lentamente.

—Debemos hablar sobre cómo afrontar esto —Ella asintió—. Puedes hacer una lista de cláusulas.

—¿Cómo un contrato?

Si digo que sí, ¿sonará mal?

—Más bien, como condiciones. Ninguno de los dos debe salir perjudicado. Pondremos las cartas sobre la mesa y negociaremos los términos.

—Como un contrató —afirmó.

Blanqueé los ojos y abrí los seguros.

—Sí, como un contrato —le di la razón.

—Genial.

Te propongo un deslizWhere stories live. Discover now