Quién me diría que esa persona que un día conocí como un desconocido podría despertar en mí tanto interés.
No sé en qué momento pasó, ni cómo fue que empecé a sentir aquello.
Su nombre resuena siempre como un susurro dentro de mi cabeza... Severus S...
- La que tengo está bien, además es difícil encontrar algo que me guste, si veo algo que me interese entonces quizás.
Nada más acceder en la tienda visualicé en la sección de pijamas a la Señora Weasley y dirigí a mi padre hacia el departamento más alejado, aunque, por su expresión de pocos amigos, seguramente ya habría visto a la mujer.
- ¿Tu no venías a por pijamas? - se notaba molesto y algo incómodo.
- Bueno, me he acordado de que necesitada algo de aquí - acabamos en la sección de ropa interior. Eché un ojo a los sujetadores que tenía en frente - Este es bonito - alcé mi mano, tocando uno de encaje negro.
- No - respondió tajante mi padre.
- ¿Eh?
- No te vas a poner eso tan descarado.
- Se ve que el Señor no ve lo que me compra su mujer - miré la etiqueta -, con decir que quintuplica el precio de esto creo que todo queda dicho.
- Haz lo que quieras - parecía tener la intención de irse de allí. En ese momento justo pasó por detrás una mujer de baja estatura y de pelo candente.
- Está bien, vayamos directamente a por los pijamas y volvamos.
- ¿No quieres mirar nada más?
- No, papá.
Tras salir de allí preparé la maleta para el próximo año y, tras despedirme, volví al que era mi nuevo hogar.
Aquella noche la Mansión Prince se sentía más vacía que nunca. Cené sola en el comedor, bañado por la luz de la Luna y un par de velas que daban una iluminación muy tenue. Me fui directa al dormitorio, porque, aunque pudiese contar con el servicio y auxilio de los elfos, temía perderme en esa casa cuyas habitaciones no lograba distinguir del todo. Sinceramente, tenía algo de miedo de estar sola allí.
Me senté a leer en la cama y, al pasar una hora, cesé la interesante lectura sobre maldiciones ligantes debido al peso que gradualmente iba aumentando sobre mis parpados.
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Un golpe me sobresaltó. Escuché una voz grave maldiciendo y encendí una vela con un hechizo, lo que me permitió ver a Severus a medio vestir, saltando sobre una pierna y con una mueca de dolor. Me dejé caer de nuevo sobre la almohada, muerta de sueño.
- Sí, estoy bien - Severus se metió en la cama bruscamente, dándome la espalda -. Muy amable de tu parte por preguntar.
Me acerqué hacia su espalda y lo abracé. Al poco él se puso boca arriba, con su antebrazo cubriendo sus ojos. Parecía realmente cansado.
- Esta es nuestra última noche juntos por un tiempo - en sus labios apareció una sonrisa triste.
- No me había parado a pensar en eso - enlacé mis dedos con los de la mano que él tenía libre.
