UNO

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:=: Amanda :=:

Mantengo la mirada en el techo del cubículo mientras mi brazo izquierdo está estirado y pinchado por una gran aguja. Expulso el aire, evitando mirar hacia abajo.

Esto no es algo que haga todos los días, es más, no es algo que no haya hecho más de dos veces en mi vida, pero hoy, después de semanas de incertidumbre, tomé la valiente decisión de venir aquí.

Mi madre siempre dijo que es mejor asegurarse a estar con la duda. Claro que no se refería a esto.

El chico saca la aguja y pone un pequeño y redondo curita sobre la punción.

—Listo. En unos momentos estarán tus resultados.

—Gracias.

Salgo de ese cubículo y paso al sillón en la sala de espera, hermosamente vacía, limpia y preparada para una crisis existencial de mi parte.

El tiempo que pasé allí sentada no fueron más de diez minutos, pero yo lo sentí como una eternidad cuando vi salir al chico que tomó mi sangre por otra puerta ajena al cubículo.

Ni siquiera me miró y le pasó una hoja con, supongo, mis resultados, a la chica del mostrador. Me levanté y, de nuevo, ni siquiera se fijó en mí.

Me postré frente al escritorio, ansiosa, mientras veía a la chica imprimir la hoja con mi resultado y después un maldito sobre. Venga, que estoy en frente de ella, solo tiene que estirar la mano para darme la hoja y no gastar más tinta y papel, pero no, ella se complica las cosas.

—¿Amanda?

Quiero ahorcarla. Soy la única que ha entrado, ¡por supuesto que soy Amanda!

—Sí.

—Tu nota, por favor.

Ay, por favor.

Se la paso, ya con la desesperación en mi rostro. Ella lo sella y me lo entrega con todo y mi sobre.

—Que tengas un buen día.

—Igualmente.

Salgo corriendo de ahí, con el sobre en mis manos, sin saber qué hacer. Lo ideal sería abrirlo, pero al intentar romperlo, pierdo la valentía.

¿Y si no es el resultado que pienso? ¿Qué demonios haré entonces con mi vida?

En mi trabajo no creo que les haga mucha gracia la noticia.

A mí no me haría mucha gracia. No estoy casada, y no es que sea de ideas retrógradas, pero mi familia sí. Y para cereza del pastel, no sabría quién sería el padre pues se me ocurrió la fantástica idea de engañar a mi novio.

Bien, ya estoy decidida. Iré a un bar, no puedo abrirlo y necesito... ¡Ah! No puedo beber alcohol, ¿y si es positivo?

—Es mi karma.

:=: Adán :=:

La miro sacar la última caja de mi casa y subirla a su auto. Ella ni siquiera se fija en mí, se sube a su asiento y se marcha fuera de mi vida.

Trago saliva con dificultad, sintiendo mis ojos escocer. Pero no voy a llorar, no por ella. No lo vale.

Maldita vida y mi suerte. Estaba tan cerca de empezar a formar mi propia familia, tan cerca de pisar una iglesia y unirme en matrimonio con la mujer que yo consideraba el amor de mi vida.

Quizás ella era el amor de mi vida, pero yo no era el de ella. Solo dijo que no sentía lo mismo por mí, que había conocido a alguien más.

Te propongo un deslizDonde viven las historias. Descúbrelo ahora