CAPÍTULO 44

3.4K 238 21
                                    

POV DANIELA CALLE

Después de aquel incidente con Daniel en el que María José pudo morir por bronco aspirar decidí que era hora de marcharnos, quedamos en reunirnos en días próximos para compartir información, él iba a investigar más a fondo y yo debía para ese entonces entregarle una carpeta con los nombres de los oficiales que yo considero están filtrando información para Galindo.

Llevábamos una buena parte del camino hacia la mansión recorrida, mi mano estaba dentro de bolsillo de mi chaqueta apretando muy fuerte aquella caja de terciopelo azul, María José estaba concentrada en una llamada con su madre y no se percataba de que tenía fiebre y frío al mismo tiempo, estaba nerviosa; no había planeado nada en realidad, solo quería llevarla a aquel muelle en el que nos reconciliamos y pedirle que me acompañase hasta el resto de mis días mortales.

Habíamos llegado a la intersección que tanto temía, a la derecha estaba la mansión y a la izquierda el muelle, la jefecita de seguridad me miro expectante esperando la señal, asentí y el vehículo viró hacia la izquierda, Poche ni siquiera lo había notado, estaba tan enfrascada en la conversación con su madre.

- No creo que sea conveniente madre, Valentina ha estado tan ocupada trabajando con algunas marcas que ni siquiera nos hemos visto desde que regresamos de Nueva York- la mujer a mi lado masajeaba suavemente la base de su nariz mientras escuchaba las quejas del otro lado de la línea.

- Claro que hemos hablado por teléfono y mensajes, tengo a dos personas a su disposición para seguridad aunque te aseguro que no las necesita- asentí para mi recordando que De Sutter y un hombre de Cabello se encontraban con la otra chica- No, madre, tú muy bien sabías lo poco importante que era el matrimonio para mí, no me afecto en lo absoluto quedarme viuda antes de tiempo- dijo riendo mientras me miraba.

Su respuesta me había dejado helada, me removí en el asiento mientras sacaba la mano de mi chaqueta, sabía que tenía la mirada fija de Cabello pero no me sentía capaz de levantar la cabeza, simplemente deje que llegásemos al destino y bajé de la camioneta indicándoles a todos que esperaran, incluida María José.

Debí haberlo esperado, me siento tan estúpida en éste momento, pero menos estúpida que si le hubiese hecho la propuesta.

Caminé hacia el muelle y me quede al borde de la madera envejecida, mi pecho ardía dolorosamente, no sabía porque estas cosas me dolían más que cualquier bala atravesando mi cuerpo, sentía que Poché se escapaba de nuevo de mis brazos mientras yo me estancaba en el mismo lugar.

- Hey- escuché su voz calmada a mis espaldas mientras sus brazos tomaron lugar alrededor de mi cintura, su cabeza levemente recostada en mi espalda.

- Hola- dije de vuelta y al instante me sentí estúpida.

- ¿Qué haces?- preguntó mientras soltaba su agarre para posicionarse a mi lado entrelazando nuestras manos.

- Necesitaba pensar un poco, no tenías que venir- dije y estaba segura de que había sonado más fría de lo que hubiese deseado.

- No, no tenía pero ¿adivina que?- preguntó mientras me observaba, agaché un poco la cabeza y la mire con las cejas levantadas- quería.

- En este punto no estoy tan segura de poder adivinar las cosas que quieres- solté haciendo alusión a la conversación con su madre pero sus cejas enarcadas me mostraron que no había entendido mi referencia.

- ¿Qué pasa?- preguntó mientras acunaba mis mejillas entre sus manos y mis lágrimas amenazaban con salir, debía escapar de ahí, debíamos volver a la camioneta antes de que cometa una locura- Amor- dijo en un susurro mientras sus ojos aceitunados escudriñaban los míos como solo ella sabe.

- Volvamos al auto- dije mientras la sujetaba de la cintura y besaba su frente- María José no se movió del lugar, sus brazos rodearon mi cuello y sus labios rozaron los míos.

La tensión era palpable y sabía que ella lo había notado, no fui capaz de empezar el beso, tenía unas ganas inmensas de derrumbarme pero no me lo podía permitir, no delante de Poché.

- ¿Puedes decirme que es lo que te tiene así?- preguntó un poco cabreada pero sin soltarme, sus dedos acariciaban mi nuca dándome pequeñas descargas eléctricas.

Negué y trague duro, el nudo en mi garganta me tenía impedida.

- ¿A qué te referías cuando dijiste que no estabas segura de lo que yo quería?- y ahí estaba ella, dando en el clavo, traté de separarme de su cuerpo pero no me lo permitió- Calle.

Ella se estaba poniendo nerviosa y yo ya no podía aguantar más.

- Porque estoy muy segura de estar contigo si es eso lo que te atormenta- dijo desesperadamente mientras buscaba mi mirada que se encontraba perdida entre las olas que rompían en la playa.

Sentí como el cuerpo pequeño de María José temblaba, ella había dejado su gabardina en el auto y yo instintivamente me saque la chaqueta para abrigarla.

La tomé en un abrazo silencioso, ella respiraba con un ritmo demasiado acelerado y yo me estaba sintiendo culpable.

Nos separamos y caminamos por la extensión de la estructura de madera para volver a la camioneta, el silencio reinaba y gracias a dios, no sabía que decir y mucho menos quería responder preguntas.

Estaba tan sumergida en mis pensamientos que no había notado que María José ya no caminaba a mi lado, giré levemente mi cabeza para encontrarla unos pasos más atrás con la pequeña caja en las manos.

- ¿Calle?- llamó ella con el objeto azul en sus temblorosas manos, la tapa tenía bordadas en plateado las iniciales de Poché y ella las recorría con uno de sus dedos.

Yo estaba atornillada en el lugar tratando de entender mi estupidez.

- María José...- no salió más de mi boca, no había más que pudiese decir.

Ella abrió la pequeña caja dejando a la vista la sortija con un solitario zafiro azul oscuro acompañado de las incrustaciones de diamantes a sus costados.

No tuve dudas cuando un representante de Bvulgari en Barcelona nos mostró las opciones, Halsey había pedido la cita con aquel hombre un par de días antes de nuestro regreso indicándole cuales eran las características que yo le había dado de María José, en cuanto abrió la maleta con el sistema de lector dactilar pude distinguir de entre cualquier cantidad de diamantes, esmeraldas y rubíes aquel zafiro solitario, lo único azul que destacaba, como lo único azul que destaca en mi vida.

Ella no dijo nada, ella no decía nada, ella estaba llorando silenciosamente.

Y yo tampoco dije nada.

- Liss

CONTRA EL TIEMPO (Caché)Where stories live. Discover now