CAPITULO 74

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POV POCHE

Siempre he odiado las salas de espera, son lugares en los que pierdes la calma y en los que se supone que debes relajarte antes de enfrentarte con lo que sea que hayas ido a buscar, son irritantes.

Habían pasado dos semanas desde mi encuentro con Paula en el restaurante, una semana desde que mi abogado me informo acerca de las peticiones de Daniela y tres días desde que Valentina se había tenido que ir para retomar su agenda de compromisos, estaba siendo miserable sin mi hermana y por eso mismo había decidido volver a la oficina y tratar de arreglar un poco el desastre ocasionado por la incertidumbre en la que se encontraban nuestros clientes. 

Quién quiera que tenga en su poder aquella caja fuerte y el ordenador principal, tenía en sus manos las claves de acceso a muchos secretos corporativos, además de la llave del sistema financiero de Nueva York, esas licencias de seguridad habían sido mi mayor acierto y ahora mi debilidad.

- María José- mi corazón dió un vuelco en cuanto escuché mi nombre ser pronunciado por ella, la respiración se me atascó a mitad de la garganta y lo único que pude hacer fue ponerme de pie y asentir con la cabeza aún sin mirarla.

¿Habrá notado mi sobresalto?

Me aclaré la garganta y tomé todo el valor que albergaba dentro de mi cuerpo para por fin darle la cara.

Pero no me encontré con sus ojos, ella estaba observando el suelo.

- Lamento llegar tarde- negué ante sus disculpas.

- Yo he llegado temprano, aún no nos han llamado- dije y ella asintió.

La imagen debió ser para enmarcar, ambas nerviosas y de pie en medio de una sala de espera. 

Aproveché el hecho de que ella no estuviese mirándome para echar un vistazo a su mano izquierda, no sabía por qué, pero era importante para mi saber si aún estaba usando el anillo.

Estaba justo ahí, dónde mis dedos lo habían deslizado con delicadeza, como si yo no le hubiese dado un ultimátum a nuestro matrimonio hace mas de un mes, como si no me doliera respirar cerca de ella, como si mi esposa no tuviese una lucha interna con el hecho de mirarme o no, como si no llevásemos un buen tiempo sin besarnos, sin sentirnos, sin ser.

Y yo, como era tan imbécil había optado por quitarme los anillos en la mañana, guardando el de compromiso y usando la alianza en una cadena que colgaba escondida en mi cuello.

- Señoras Calle Garzón, la doctora Andrade las está esperando- la voz de la recepcionista nos sacó de aquel ensimismamiento.

Daniela puso una mano en la parte baja de mi espalda, tal como acostumbraba para hacerme caminar unos centímetros por delante de ella. No pude evitar estremecerme, no sabía si estaba loca, pero a través del blazer y la camisa que estaba usando podía sentir la calidez de su toque.

Y me quemaba, era su castigo, me estaba quemando por abandonarla.

En cuanto cruzamos el umbral de la puerta que nos había indicado la recepcionista, una mujer de cabello rubio y rostro amable nos recibió, nos indico que nos sentásemos en el sofá de dos plazas que se encontraba frente a su sillón.

Un muy estrecho sofá si me lo preguntan y estaba segura de que mi aún esposa pensaba lo mismo, ella estaba a mi lado pasando el peso de un pie al otro mientras meditaba como se supone que mantendríamos un poco de distancia si nos sentábamos ahí.

Suspiré pesadamente y me senté con resignación, ella, después de un par de segundo me siguió los pasos y sentí como nuestros muslos se tocaban, era apenas un roce, pero demonios... La estaba sintiendo.

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⏰ Última actualización: Sep 23, 2021 ⏰

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