Cita 53: Sero Hanta.

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Cada cierto tiempo podías ver a niños correr de un lado a otro, o a diferentes familias sentadas en las mesas del sector de comidas disfrutando de, seguramente, su almuerzo; tu vista iba entre esas dos opciones cada que girabas tu cabeza de un lado a otro en busca de quién sería tu acompañante ese día. Un suspiro salió de tu boca, dejando que toda la impaciencia saliera; tu pierna no dejaba de moverse al compás de la canción de fondo que tenía la feria para ambientar.

—Lamento la tardanza. —Una voz empezó a hablar a tu lado. Estabas exhorta en ver a los niños jugar en los puestos de variedades que no te diste cuenta en que momento llegó el chico a tu lado—. Pensé que venir en bus sería buena idea, pero me equivoqué.

Tu mirada fija en él hizo que desviara la vista nervioso y rascara su mejilla tratando de ocultarlo. Diste una leve sonrisa y te levantaste de la banca de madera. Todo el tiempo estuviste esperando cerca de la entrada para cuando llegara.

—No te preocupes, también he llegado hace poco.

Mentías. Habías llegado hace 15 minutos, pero sabías que decirle eso iba a hacerlo sentir peor de lo que tal vez se estaba sintiendo en ese instante. No había por qué arruinar el pequeño encuentro con un incómodo momento.

—Genial, entonces podemos ir a ver qué hay de bueno por acá —dijo. Asentiste ante su comentario y ambos empezaron a caminar entre toda la gente que iba pasando por el pasillo principal.

Durante su conversación unos días atrás, tu cita -Sero-, había estado hablando de una feria popular entre los jóvenes y las familias, lo que hizo que te interesaras por el tema y le invitaras a ir. Él se descolocó un poco de que fueses tú la que lo invitara, pues te reveló que él era el que quería hacerlo.

Aunque quien invitó a quién era lo de menos, ambos querían esta cita.

—Mira este caballo. —Le mostraste uno de los peluches que estaban colgados en uno de los puesto de premios. Sero lo tocó al igual que tú, sintiendo la textura esponjosa—. Está lindo, ¿No?

—Sí —contestó. Te quedaste mirando los demás muñecos de premios, sin darte cuenta de que el chico ya no se encontraba a tu lado.

Estabas tan absorta mirando las cosas que no te fijaste que un caballero, seguramente el dueño del puesto, se acercó donde estabas y descolgó el peluche de caballo que antes te había maravillado.

—Disculpe, ¿Vende los premios? —preguntaste. A veces estaba la posibilidad de comprarlos cuando ya nadie se los podía llevar, aunque el premio era sumamente más caro que comprarlo en una tienda normal. El señor asintió—. ¿Y vende ese?

Le señalaste el peluche que mantenía entre sus manos. El señor confundido confirmó si hablabas del muñeco, a lo cuál asentiste.

—Lo lamento señorita, este ya ha sido ganado. —Se disculpó con una ligera reverencia y se alejó de allí. Tu emoción bajó, quedando con el desánimo sobre tus hombros.

Giraste para hablarle al chico, que venía caminando hacia donde estabas, frunciste el seño al ver que en todo momento nunca estuvo a tu lado, sino que había ido a quién sabe dónde.

—¿Dónde fuiste? —preguntaste. El chico se posicionó al frente tuyo, y con una sonrisa, de esas características suyas, desde su espalda sacó el peluche que tanto habías estado mirando—. ¡Oh! ¡Fuiste tú quién se lo ganó!

Sero empezó a reír por tu rostro sorpresivo a la vez que tomabas el peluche entre tus manos. Abrazaste el objeto contra ti como si fuera lo más preciado del mundo, y luego abrazaste al chico en agradecimiento del premio que había ganado.

—Estabas muy concentrada en todos los premios que habían, así que decidí por tratar de ganar alguno. —Su manera de decirlo te daba entender que estaba avergonzado, seguramente por lo cursi que podría ser eso.

—Aw, Sero. Muchas gracias —dijiste, tus brazos volvieron a apretar el muñeco con ternura—. No tenías que hacerlo, no sé cómo agradecerte.

—No te preocupes...

Después de ese pequeño momento romántico, ambos decidieron por ir a un par de puestos más, subirse a un juego e irse. Aunque era muy temprano, lamentablemente tenías cosas que hacer después, al igual que él. Lo bueno era que si el tiempo fue corto, volverían otro día para poder estar más tiempo juntos y sin interrupciones.

—Mira que tenemos aquí...

Justo a un costado de los puestos se encontraba una cabina para tomarse fotos. Nunca habías entrado a una, y que mejor que tener la experiencia junto con Sero.

—No sé —dijo cuando le planteaste la idea de entrar y tomarse fotos—. No soy muy bueno en ello, soy muy simplón.

—¡Simplón para nada! —recriminaste su actitud, no te gustaba cuando decía cosas negativas de él mismo. Sabías que tenía un pequeño complejo de inferioridad por parecer muy sencillo, pero para ti era lo que destacaba de él. Mientras los demás podían ser extravagantes, él no necesitaba serlo para destacar.

Le tomaste de la mano para arrastrarlo hasta la cabina de fotos, cosa que no rechistó. Ambos ya sentados adentro, esperaron a que la máquina empezara a sacarles las fotos.

—Tiene para editarlas —dijiste mirando la pantalla al frente suyo. Empezaste a poner filtros y fondos muy divertidos, cosa que hizo que el chico riera al verlos con las diferentes modalidades—. ¡Quiero la del sombrero!

Volviste a apretar el botón para poder tomar otra vez fotos, pero ahora estabas cada vez más cerca del chico. Miraste la mano desnuda de Sero y la tomaste sin previo aviso. El chico se sorprendió, pero no dijo nada. Ambos se miraron, sintiendo como el flash de la cámara iluminaba sus rostros.

Todo el tiempo que lo conocías fuiste tú la que siempre dio el primer paso; el primer match, la primera conversación, la primera invitación, el primer toque de mano; pero ahora no fuiste la del primer beso, fue él.

En un pequeño roce de labios, Sero demostró que él también podía ser el primero en algo, y que podía seguir siéndolo si le dabas la oportunidad.

Oportunidad que ya se había ganado desde el primer momento en que lo conociste.

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Citas a ciegas [One Shots | BNHA]Where stories live. Discover now