Cita 37: Togata Mirio.

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—Y yo le dije: ¡Revistas cochinas no!

El rubio se rio por tu historia mientras te abría la puerta de la que era una cafetería cualquiera. Le agradeciste y fueron juntos hasta una mesa libre dentro del local.

Habían decidido tener una salida casual después de que la semana de exámenes terminara para ambos, aunque el chico te había dicho que él había sido rebocado a alumno en espera, por así decirlo, de la UA.

En una de sus tantas conversaciones por celular él te había contado un poco de lo que le pasó con su Quirk, y por eso lo invitaste para pasar un rato agradable y feliz.

Se sentaron frente a frente, dejando sus cosas colgadas en las sillas. Ibas de uniforme, pues el chico te fue a buscar a tu escuela directamente después de salir.

—Debe ser difícil ser la presidenta estudiantil —comentó Mirio llamando al camarero. Asentiste afirmando su dicho.

—Pero me gusta —dijiste sonriéndo mientras apoyabas tu cabeza en tu mano.

El camarero llegó a su mesa, les dejó un par de cartas a cada uno y se fue.

—¿Qué vas a pedir? —preguntó el rubio mayor leyendo lo que tenían en el menú.

—Tengo hambre, así que iré por un sándwich —contestaste.

El mesero llegó de nuevo a su lado, y levantó la libreta para anotar.

—¿Qué van a pedir? —preguntó con una sonrisa dirigida a ti. Le sonreíste y le indicaste lo que comerías. Mirio iba a hablar, pero el mesero interrumpió —. ¿Eres de buen apetito? Yo sé hacer unos sándwiches riquísimos.

—Ah, sí. ¿Podrías anotar lo de mi...

—Sí, sí —dijo con una seña como si le restara interés al rubio. Anotó lo tuyo y se detuvo de nuevo—. Si te regalo un pedazo de tarta, ¿Me das tu número?

—Oye, en verdad estás molestando... —habló Mirio tratando de llamar la atención, pero el chico no entendía y siguió coqueteandote.

Estabas ya incómoda con la situación, no querías ser mala, pero el chico era un insoportable. Le ibas a decir que parara, pero justo tu cita se paró de golpe. Mirio no era de enojarse tan fácil, pero ahora en su rostro demostraba todo lo contrario.

Te miró, y te hizo una señal de salida. Te paraste de allí para irte con él, no valía la pena sentirse incómodo en un lugar. Salieron de allí lo antes posible, lugares donde comer habían muchos.

ooo

—Perdón por sacarte de allí sin más.

Negaste con la cabeza mientras dejabas tu bolso escolar sobre el perchero. Decidieron por ir a la casa del chico, idea de él por el mal rato que pasaron.

—No te preocupes, —Llevaste tu mano a su brazo, dándole un par de palmadas—, tampoco debiste invitarme a tu casa, con ir a comer algo por ahí bastaba.

El chico sonrió y puso su mano sobre la tuya, que aún la mantenías en su brazo. Se quedaron mirando en silencio, hasta que te acercaste y le diste un beso en la mejilla.

Mirio se sorprendió, pero lo único que atinó a hacer fue a reír.

Se adentraron a la sala, y te quedaste allí mientras que el chico se fue a la cocina a preparar algo para comer. Los dos estaban solos, así que no molestarían a nadie.

—¿Qué te gusta comer, [Nombre]? —preguntó el chico asomándose por el marco de la cocina.

—Nada en especial. —Te giraste a él para hablar—. Curry está bien, y es más fácil.

El muchacho asintió y volvió a la cocina para empezar a cocinar. Los dos tenían hambre, pues ni siquiera picaron algún snack en el camino a la casa del rubio.

Te sentaste en el sofá de la sala, mirando tu al rededor. Mirio te había contado un poco de su estadía en UA, y el cómo tuvo que pedir permiso para venir a verte. Te hubiera invitado a UA, pero su casa estaba más cerca.

De repente empezaste a sentir un olor fuerte, como si algo estuviera quemándose. Te extrañaste y decidiste por ir a ver qué pasaba en la cocina.

—Ah... —Ibas a hablar, pero te quedaste callado al ver la escena al frente a tus ojos.

—Creo que no se me da cocinar...

Suspiraste divertida al ver al chico en mantil revolviendo una olla gigante con un extraño líquido negro. Parecía una bruja de cuentos de hadas poniéndole cosas extrañas a la caserola.

Te acercaste a él con pedazos de papel absorbente para limpiarle la cara, estaba todo desastroso.

—No te preocupes —le dijiste aún limpiandolo —, yo cocinaré para los dos.

ooo

Dejaste los trastes sucios en el lavaplatos. Ya habían terminado de comer lo que preparaste, y además fueron a comprar un poco de helado para comer de postre.

—Estaba delicioso, [Nombre] —dijo el chico con un pote de helado en su mano—. Si no fuera por ti, hubiéramos comido algo de la tienda de conveniencia.

—Eso no es para nada sano —dijiste tomando una cuchara para quitarle un poco de helado al chico. Este movió el pote para que no le sacaras nada—. ¡Oye! Dame un poquito.

Mirio sacó con su cuchara un poco de helado, y te lo aproximó a los labios. Te lo ibas a comer, pero el chico cambió de planes y te dio un corto beso en los labios.

Alejaste el rostro sorprendida, tapándote la boca avergonzada. El chico se llevó la cucharada de helado a su boca con inocencia.

—Eres muy divertida, [Nombre]. ¡Salgamos más!

El chico salió de la cocina hacia la sala, dejándote sola allí, con la cara más roja que un tomate. Te quedaste en shock, pero luego reaccionaste.

—¡Eso no se hace, Mirio! —gritaste yendo donde él.

Y entre risas, regaños y jugueteo, su cita terminó, pero no sería la última.

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Citas a ciegas [One Shots | BNHA]Where stories live. Discover now