Cita 3: Iida Tenya.

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La multitud caminando de un lado a otro no te dejaba ver bien por dónde caminabas, y los empujones que te daba la gente no ayudaba. Seguías tratando de pasar por entre las personas, pero alguien te empujó haciendo que casi besaras el piso. Cerraste los ojos del miedo, pero por  suerte tu acompañante desde atrás te sujetó de la cintura antes de que eso pasara. 

Iida te ayudó a recuperarte del susto, y te acomodaste bien. Agradecías que tuviera bueno reflejos.

—Gracias, Iida. —Sonreíste en agradecimiento, te diste cuenta que aun tenía posadas sus manos en tu cintura—. Ya puedes soltarme.

El chico se dio cuenta de que aún no te soltaba. Sacó sus manos de ti nervioso y empezó a disculparse repetidamente. Tú solo lo mirabas graciosa, su forma de ser era extrañamente divertida.

—Lo siento, [Apellido]. ¡Lo siento! —Pedía disculpas frenético y sus manos se movían como de un karateka profesional. 

—Calma, Iida —dijiste para tranquilizarlo.

El chico te miró y asintió, suspiró de alivio para luego volver a retomar el camino; ahora más cerca de ti para protegerte de los empujones de la gente. Seguían caminando por el centro comercial, viendo las vitrinas y entrando a algunas tiendas. El chico te había pedido ayuda para escoger un conjunto de ropa, ya que tenía una reunión familiar especial y quería ir bien presentado.

El chico paró ante una tienda de ropa solo para hombres, paraste también al notar que ya no caminaba a tu lado. Te diste cuenta que miraba intensamente un par de pantalones en la vitrina.

—¿Quieres entrar? —preguntaste. Se exaltó un poco.

—¿No te importa? ¿No estás cansada?—Negaste a su pregunta. Lo tomaste de la mano y lo arrastraste hasta dentro de la tienda.

Te quedaste asombrada, parecía una tienda lujosa. Miraste alrededor, y viste como un chico se acercaba a ustedes. Les sonrió e inclinó la cabeza en forma de bienvenida, ustedes hicieron el mismo gesto.

—Buenas tardes, señorita. ¿En qué puedo ayudarle a usted y a su acompañante? —preguntó el dependiente con una sonrisa.

—Buenas. Sí, quisiera ver el pantalón que tiene en exposición en la vitrina —dijiste. El chico asintió.

—Pase por aquí. —El dependiente caminó hasta la sección correspondiente, y ustedes lo siguieron.

—¿Algún color en específico? —preguntó mientras sostenía un par de pantalones en sus manos.

Codeaste al de lentes para que hablara, este entendió y empezó a hablar con el chico. Dejaste que el chico eligiera tranquilo mientras recorrías la pequeña tienda buscando algo más para él. Viste algo que te gustó, miraste la etiqueta de un par de zapatos elegantes, sonreíste incrédula y volteaste la etiqueta para no verla más. 

Ave maría purísima, ¿cuántos ceros pueden tener unos zapatos?  —Hiciste como que nada había pasado y te fuiste donde estaban las camisas.

Revisaste un par de prendas que pensabas que le podrían quedar bien al chico, una camisa celeste y otra blanca. Sentiste la voz del dependiente llamándote, te volteaste hacia él con las camisas que elegiste en tus manos.

—Disculpe señorita, su novio la llama —dijo amablemente. Te sonrojaste por lo que dijo.

—Oh, no... yo no... eh... —El chico solo te miraba sin entender lo que decías, suspiraste y le sonreíste—... No importa, ¿dónde se encuentra él?

—Está en los probadores, al fondo. —Asentiste y caminaste hasta donde te había dicho.

Estabas afuera de los probadores. De los tres que habían, solo estaba ocupado el del medio, seguramente siendo ocupado por el de lentes. Esperaste un poco hasta que la voz de Iida te llamó.

—¿[Apellido]?

—Aquí estoy, sal para ver como te queda —respondiste.

El chico abrió la puerta del probador ante tu mirada. Te diste cuenta que caminaba medio raro, le preguntaste y te dijo que era porque no quería arrugar el pantalón. Te reíste y lo volviste a ver detenidamente. No le quedaba mal, y le hacia ver muy bien. Le silbaste cuando se estaba dando vuelta.

—¡Guapote! —gritaste descaradamente. El chico disimuló su vergüenza acomodándose los lentes.

—¡[Apellido], eso no es propio ni educado! —Te retó por lo que le dijiste, tú solo tratabas de no estallar de risa. Se movía muy robótico mientras te regañaba.    

—Solo era una broma. —Te acercaste y le tendiste el par de camisas que habías escogidos para él—. Toma, pruébate estas. Te espero aquí.

El asintió y tomó las camisas que le estabas extendiendo, y volvió al probador para cambiarse de nuevo. Podías escuchar los murmullos de Iida desde donde estabas, te parecía muy lindo que fuera tan educado y formal. Tal vez eso fue lo que más llamó tu atención de él, pues ya no quedaban chicos tan atentos. 

Se escuchó la puerta del probador abrirse y viste a Iida con las camisas y el pantalón en mano. 

—¿Te gustó alguna? —preguntaste, el asintió y te mostró la camisa de color celeste— ¿Te la llevarás con el pantalón?

—Sí, gracias por ayudarme, [Apellido].

Arrugaste la cara en forma amurrada, y pusiste tus manos en la cintura. No te gustaban las formalidades.

—Iida, no me digas por mi apellido, si quieres dime [Nombre] —dijiste tomando las camisas de sus manos y caminando con él hacia la caja. Él asintió mientras pasaba las cosas a la cajera.

—Está bien, [Apellido].

No había caso.

xxx     

—Oh mierda, no viene con juguete. —Exclamaste desilusionada mirando dentro de la cajita feliz.

Después de comprar lo necesario para el chico, decidieron ir a comer. Ahora estaban sentados en una de las muchas mesas del local de comida.

—¡[Nombre], esa forma de hablar no es correcta! —Te regañó por el insulto que dijiste.

Lo miraste pidiendo perdón, se te olvidaba no decir palabrotas al frente del chico. Esta ya era la quinta vez que te regañaba por tu habla. Tomaste una papita de tu comida y se la extendiste en señal de perdón.

—¿Papita? —preguntaste, y el negó. Te encogiste de hombros y te la llevaste a la boca. 

Agarraste tu vaso de helado para tomar una cucharada, pero una idea pasó por tu cabeza y sonreíste macabra. Viste como Iida no estaba atento y aprovechaste eso para ensuciar su nariz con helado. El chico te miró atónito, estabas esperando su regaño, pero no llegó. En cambio, el chico te miró de una forma que no podías describir, parecía que te miraba con ternura.

—¿Iida? —lo miraste extrañada—, ¿te encuentras bien?

El chico negó. Se limpió el helado que le habías embarrado, y posó su mano encima de la tuya.

—Solo estoy feliz de estar contigo...

Ante esas palabras, lo único que pudiste hacer fue sonreír. Tu cara se tiñó de un leve rosa en las mejillas.

—Yo también Iida —dijiste—, yo también.

Cita 3: ??/10

Citas a ciegas [One Shots | BNHA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora