Especial 11: Midoriya Izuku.

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—¡Todo está hermoso! —Te emocionaste al ver como los árboles de Sakuras habían terminado de florecer, todo el camino del parque principal estaba repleto de pétalos de Sakuras y pequeñas luces que ponían en éstas fechas—. ¡Qué bello!

Midoriya te quedó mirando feliz. Sabía que una de las cosas que más te gustaban era salir y ver la naturaleza.

Corriste por todo el camino con tu cámara en mano, sacando fotos de todos los ángulos posible. A veces le pedías posar como modelo al peliverde para tener un contraste entre las flores y él, y guardas esas fotos.

—Me alegra verte tan contenta, [Nombre].

—¡Es la mejor cita de todas! —gritaste a los cuatro vientos mientras lo abrazabas eufórica—. Gracias Izuku.

Le diste un beso en la mejilla y seguiste en tu aventura entre los árboles dejando atrás a un sonrojado pecoso, que aunque solo fue un beso en la mejilla, para él era igual de intenso como...

—¡Izuku! ¡Ven rápido, aquí está perfecto para un picnic! —gritaste al chico alzando las manos para que te viera abajo del árbol de cerezos. Este empezó a ir hasta tu dirección, llevando consigo la canasta que contenía todo para el dichoso picnic.

No tenías pensado salir hoy, pero cuando el chico te llamó diciéndote de que ya habían florecido los árboles y si querías ir con él a verlas en la noche, no te lo pensaste ni dos veces.

Ya habían puesto la manta, y se encontraban comiendo lo que el chico había preparado con antelación, además de cosillas que compraron antes de llegar.

—¡¿En serio lo hiciste?! —dijiste dandole una mordida a la brocheta de dangos en tu mano, el chico asintió apenado—, ¡está delicioso!

—Estuve la mañana haciéndolos —dijo tomando uno—, aunque mi madre también me ayudó.

—¡Pues dile a mi suegra que estaban deliciosos!

Midoriya se sorprendió de tu comentario, y volvió a ponerse rojo como antes.

—Ah...a-ah... —reiste al ver su cara de puro nervio.

—Era una broma Izuku, solo somos amigos, no te espantes. —Volviste a reír, pero está vez Midoriya no parecía nervioso o avergonzado, solo pensativo—. ¿Qué pasa, Izuku?

Le preguntaste al chico al verlo callado. Tomaste otro dangos de la fuente y comiste esperando que el chico te contestara. Lo escuchaste suspirar y levantó la cabeza que antes la tenía agachada, para así verte a los ojos.

—[Nombre], ¿Sabes por qué te traje aquí?

—Umn, porque sabes que me gusta las flores de cerezo.

El chico negó con la cabeza, y se acercó más a ti. Ambos ahora estaban sentados uno al otro, contemplando el paisaje que les daba la naturaleza. Midoriya buscó tu mano entre el suelo y la levantó afirmandola entre sus manos.

—Yo... A mí... ¡Me gusta mucho tu compañía! —gritó cerrando los ojos.

—A mí también me gusta tu compañía, por eso siempre salimos a divertirnos.

—Pero el problema es que... creo que tenemos diferentes puntos de vista.

Frunciste el ceño sin entender sus palabras.

—¿A qué te refieres, Izuku? —preguntaste acomodándote para mirarlo mejor. El chico aún no te soltaba la mano, más bien la retenía con todas sus fuerzas como si fueras a irte.

—Se que me ves como un gran amigo en quien confiar, pero en verdad ese es el problema, eso es lo que me molesta —escuchaste detenidamente—. Se que hemos tenido ya otras citas, pero siento que si no te digo esto ahora, solo seremos amigos.

—¿Y está mal que seamos solo amigos?

Midoriya asintió ante tu pregunta y buscó tu otra mano, que la tenías desocupada al dejar de lado todo.

—Quiero ser mucho más que eso... porque yo —Apretó fuertemente tus manos, y cerró los ojos con fuerza al momento de gritarte—... ¡Me gustas mucho, [Nombre]! ¡Y quiero poder seguir estar a tu lado como tu pareja!

Entreabriste la boca de asombro al escuchar las palabras del peliverde. Ya sabías que él empezaba a sentir cosas más fuertes por ti, pero nunca pensaste que se atrevería tan pronto a decirte lo que sentía.

Tal vez no lo estabas demostrando en ese momento, pero tu corazón y todo tu ser empezaba temblar de emoción al saber que la persona que querías, también lo hacía y te lo estaba diciendo justo ahora.

Midoriya se calmó después de gritar sus sentimientos hacia ti. Cosa que no duró mucho al ver que lo mirabas tan profundamente, y con una sonrisa de oreja a oreja.

—Bueno, si es que quieres —susurró soltandote las manos y empezando a jugar con las suyas por los nervios—. No quiero que pienses que te estoy obligando ni nada. ¡Yo solo...! Yo solo quería aclararlo.

No pasó ni medio segundo cuando el chico ya estaba de espaldas al suelo contigo encima, te habías avalanzado sobre él con total emoción.

—Quë tonto eres, Izuku —susurraste al oído mientras él posaba sus manos en tu cintura—. Obviamente quiero que sigas a mi lado, no importa como; pero si es como mi pareja, acepto con gusto.

El chico subió sus manos de tu cintura a tus mejillas. Los dos estaban rojos de la vergüenza, pero no iban a dejar pasar la oportunidad de tener un verdadero beso.

Su primer beso bajo un árbol de cerezos, su primer beso bajo la luz de la luna, su primer beso como pareja.

Se separaron al tiempo. Trataste de levantarte para ya no aplastar al chico, pero este no te dejó. Lo miraste extrañada, pero solo se escondió entre tu hombro y cuello. Sentiste como su cuerpo temblaba, y sonreíste quedándote como estabas.

—¿Estás llorando, Izuku? —preguntaste al escuchar un goteo.

—N...no...

Suspiraste y empezaste a acariciarlo para que se calmara, pero no importaba. Desde ahora harías lo que fuera por tu novio.

Citas a ciegas [One Shots | BNHA]Where stories live. Discover now