Especial 21: Dabi.

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—Deberías tratarte esas heridas —dijiste al pelinegro tratando de ayudar en los pequeños moretones y rasguños que tenía por todo el cuerpo. Hace poco que había tenido una pelea callejera y ahora estabas sentada en el césped mientras le curabas las heridas al pelinegro, este apartó tu mano de su rostro—, o por lo menos deja que lo haga yo.

—Sanaran solas —comentó sin más para luego agarrar tu mentón y darte un beso en los labios—, o puedes sanarlas en mi casa, pero de otra forma.

Te soltaste de él enojada, ya sabías su que solo jugaba contigo cuando se trataba de conocer su morada. Ya no caías en sus juegos.

—Sé que me estás molestando, —Te enojaste dejando de lado el botiquín que fuiste a buscar a tu casa para ayudar al chico—, siempre con tus frases doble sentido.

—Vaya, parece que ya estás pensando un poco.

Lo miraste mal por lo que dijo. No sabías como lo soportabas, aunque tal vez era porque estabas enamorada de él. Suspiraste frustrada, era difícil tener que lidiar con alguien como Dabi.

—Eres un idiota, y te sobra.

Dabi se acercó a ti y empezó a besar tu cuello con lascivo, esperando a que cayeras otra vez en sus jugueteos. Te apartaste otra vez, mostrando tu latente enojo.

—Que chica más testaruda —susurró Dabi al verte gruñona, se levantó de donde estaba y se fue de allí directo al frente de ustedes, dónde se encontraba una chica vendiendo taiyaki.

Lo miraste de reojo, esperando a que la chica se espantara de él y se fuera corriendo, pero no fue así. La vendedora empezó a reír y a conversar con el pelinegro. Pensabas que todos le temian, pero si tú no lo hiciste en su momento, alguien más tampoco lo haría. Una sensación extraña inundó tu cuerpo, era un sentimiento difícil de decifrar, lo único que sabías era que no querías a esa tipa cerca del chico.

Te diste cuenta que el chico venía de regreso, con ahora un taiyaki en mano que te extendió cuando se agachó frente a ti.

—Estás muy gruñona, tal vez un poco de comida te ayude a alivianar tu colón. —Dedujo Dabi pasándote el alimento, cosa que no negaste, pero seguiste enojada—. ¿De verdad te enojas por una simple broma? ¿O acaso no querías que fuese una broma?

Tu cara se puso roja de la vergüenza, y volteaste la cara mucho más para que el chico no te viera así de nerviosa.

—No te importa, puedes irte con la chica vendedora a que se ría de tus bromas. —Te tapaste rápidamente la boca con la mano, eso había sonado como una escena de celos inconscientemente.

Dabi elevó la comisura de sus labios, ya sabía cuál era tu debilidad.

—Eres muy transparente —susurró el chico levantándose—, si es lo que quieres me iré. —Lo miraste preocupada, pero cuando viste esa cara burlesca no hiciste más que mirar a otro lado—. Bien, adiós.

Lo viste irse directo al puesto de taiyaki, junto a la vendedora que tanto odio estabas teniendo. Lo vigilaste como interactuaba con ella, y ella le coqueteaba. Cerraste los ojos, y sin querer hiciste explotar el taiyaki de tanto apretarlo. Al abrir los ojos pudiste ver como la chica se acercaba al oído del pelinegro y le susurraba algo intendible para ti por tu lejanía.

Esa escena fue la detonante de tus celos, así que te paraste en un movimiento y avanzaste hasta donde se encontraban los dos idiotas conversando como si no existieras.

—Sabes, podemos salir algún día —escuchaste decir a la chica mientras le hacía ojitos a tu cita. Dabi iba a hablar, pero llegaste tú al lado de él y miraste a la chica desafiante. Ella te regaló una sonrisa mientras se ponía en su puesto—. Hola, ¿Qué se te ofrece?

—¡Hola! —gritaste en un tono nocivo—. Sí, sabes quisiera que por favor dejaras de coquetearle a mi cita. Gracias.

—¿Qué? ¿Disculpa? —preguntó sin entender la chica un poco ofendida.

—Sí, mira. Es fácil de entender, él —apuntaste al pelinegro que estaba divirtiéndose con la escena— está conmigo, así que puedes buscarte a otro porque ¡ya está ocupado!

—¡Oye, que te pasa! —gritó la vendedora enojada.

—¡Me pasa qu...! —No alcanzaste a terminar ya que el chico te tapó la boca y empezó a empujarte lejos de allí, para que no se iniciará una batalla verbal. Trataste de separarte del chico, sin resultado alguno por la fuerza que él tenía.

—No pensé que te pondrías así de loca, [Nombre] —dijo soltándote cuando ya estaban relativamente lejos del lugar. Te cruzaste de brazos otra vez y te diste media vuelta para no verle la cara—. ¿Aún? ¿Acaso me estás provocando?

—¿Yo a ti? ¿No será qué tú a mí? —Te diste vuelta para encararlo.

Dabi sonrió mientras tomaba tu cintura y te apegaba a él, volteaste la cara tratando de ser fuerte a su encanto, pero siempre se salía con la suya. Agarró tu cara y la enderezó a su dirección, apretando un poco tus mejillas por el agarre.

—No pensé que fueses tan celosa, [Nombre] —dijo dándote pequeños lamidos en tu cuello—. No pensé que tuvieses un lado malo, —Empezó a subir sus caricias desde el cuello a tu mentón, y de tu mentón a tu mejilla—, me encanta.

Dejó el jugueteo de lado y apricionó tus labios con los suyos de una forma un poco tosca y demandante. Te dejaste llevar por el calor que emanaban esos labios en los tuyo, y esa sensación de perversión que disparaba el chico en ti. Siempre que se besaban, era como correr una maratón de mil kilómetros, pero con el premio de los besos.

—¿Por qué eres así conmigo? —susurraste en sus labios antes de que el chico volviera a atacar.

Terminó la sesión de cariño del pelinegro y te soltó para luego empezar a caminar, no sin antes esperarte a que aterrizaras de las nubes.

—Porque me gustas.

Citas a ciegas [One Shots | BNHA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora