Cita 42: Dabi.

10.4K 1.4K 1.1K
                                    

—Viniste.

—No iba a perder —dijiste al pelinegro al frente tuyo.

Dabi rio amargamente ante tu comentario. El chico te había desafiado por un comentario en una de tus fotos en tu perfil el ir a una cita con él, haciendo lo que a él le gustaba, yendo a donde él quería ir, sin rechistar. El que gana elegía lo que quisiera del otro.

Temiste un poco, pero eras tan cabeza dura y competitiva que te dejaste llevar por las ganas de callarle la boca.

—¿A dónde iremos? —preguntaste siguiéndolo desde atrás. Sus pasos eran rápidos, como si tratara de pasar desapercibido por entre todos. Avanzaste un poco más para caminar a la par—. Oye, te estoy hablando.

No te contestó, no te miró, solo siguió caminando hasta desviarse por un callejón. Era estrecho por las tiendas acumuladas que existían allí, tratando de vender cosas baratas y posiblemente robadas.

Entraron a un restaurante de ramen, donde con suerte podías entrar caminando de costado como un cangrejo. Lo único que había adentro era un mesón; por un lado el cocinero, y por el otro los clientes.

El chico se sentó en uno de los asientos del mesón, y tú te sentaste a su lado.

Te quedaste mirándolo, mientras él saludaba al señor mayor que estaba atendiendo y le pedía dos platos de ramen.

—Conoces este lugar bien, ¿no? —preguntaste para que te tomara en cuenta. Giró el rostro a tu dirección y tomó la botella de cerveza que le habían puesto recientemente al frente de él.

—Es al único lugar que puedo venir —dijo antes de darle un sorbo a la cerveza.

Te extrañaste por sus palabras, no conocías a alguien que fuese obligado a solo poder ir a unos pocos lugares, a menos que fuese alguien buscado.

—Oh, ok. Es bueno saberlo —dijiste mirando el plato que te sirvieron, era un contundente bol de miso ramen. Cuando dijiste eso el chico levantó la ceja incrédulo, mientras tomabas los palillos para empezar a comer—. No me malinterpretes, es que pensé que me habías traído hasta acá para espantarme y...

—¿Ganar? —Terminó el chico, y asentiste a su dicho. Dabi rio y se acercó peligrosamente a tu rostro—. Si quisiera ganar, te llevaría a mi casa.

—¡Qué cochino eres! —gritaste mientras lo alejabas.

—¿Acaso dije algo? —Te dio una sonrisa ladina—, la malpensada eres tú.

Te sonrojaste al darte cuenta que era verdad, te paraste rápido del asiento.

—Me voy —dijiste tomando tu bolso y tratando de pasar por atrás de todos. Cuando justo ibas a salir de allí, Dabi te habló.

—Si te vas, pierdes.

Paraste al escucharlo. Cerraste los ojos mientras dejabas salir un suspiro de frustración.

—Demonios.

ooo

Golpeaste la lata aplastada que estaba en el suelo, que resonó por la calle hasta parar más adelante.

Después de comer con el chico y salir de allí, fueron hasta una tienda de reliquias del mismo callejón, pues te había gustado un colgante que allí estaban vendiendo.

—Muchas gracias por comprármelo —dijiste al pelinegro mientras acariciabas el collar entre tus manos.

Dabi te quitó el collar; ibas a reclamar pero este se puso detrás de ti y pasó el collar por tu cuello para ponértelo. Levantaste el pelo para que le fuese más fácil, pero en vez del collar sentiste los labios fríos del pelinegro besar la parte trasera de tu cuello y como iba subiendo hasta llegar a tu oído.

—Si me lo pides te lo puedo poner... —susurró en tu oreja, dándote un escalofrío por todo tu cuerpo.

Te quedaste quieta al sentir las manos del chico en tus caderas, apegándote a él. Le dio un soplido de aire a tu cuello, volviéndo a estremecerte y cerraste los ojos sintiendo las caricias del chico.

Esperabas que los pocos, casi nada de transeúntes que pasaban por allí no se dieran cuenta de lo que estaba pasando entre ustedes. O lo que no estaba pasando.

Pues pronto dejaste de sentir todo eso, y abriste los ojos para ver la cara burlesca de Dabi en tus narices.

Tu cara volvió a ese color rojizo, la vergüenza no era más grande porque ya no podías crecer más. Te tapaste la cara con una mano mientras que con la otra golpeabas en el pecho al chico y lo empujabas con rudeza.

—¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota! ¡Me quiero ir! —gritaste antes de volver a golpearlo.

Dabi te tomó de las muñecas, haciendo que pararas tu alegato. Lo miraste con rabia mientras él sonreía.

—Significa que gané. —Abriste los ojos al acordarte de su apuesta. No soportaste más, así que ganó. Suspiraste cansada y esperaste a que hablara—. Ya sé que quiero.

—Vamos, dilo. Solo quiero ir a casa —dijiste ya cansada.

Dabi se acercó de nuevo peligrosamente a tus labios. Lo viste tomar tu cabeza desde atrás, y esperaste el beso.

Aunque nunca llegó.

—Otra cita. —El pelinegro paró justo al frente de tus labios, y habló sobre ellos en un susurro.

Tú solo estabas mirandolo a los ojos, esos ojos turquesa que no te dejaban de ver de una forma extraña. Asentiste lentamente a su comentario y con eso él te soltó.

Se dio media vuelta y caminó por las calles naranjas por el atardecer.

—Vamos, te voy a dejar hasta tu casa.

Miraste su espalda alejarse antes de darte cuenta de que te ibas a quedar sola, así que corriste tras él para alcanzarlo.

Cita 42: ??/10

Citas a ciegas [One Shots | BNHA]Where stories live. Discover now