Especial 14: Mineta Minoru.

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Uno de los lugares más visitados en la época veraniega, y que era donde acudían más los grupos de amigos y familias, era la playa. La arena, el mar y las quemaduras de sol eran símbolo permanente del verano.

Mirabas como los niños corrían de aquí por allá, ansiosos de llegar luego a la orilla del mar y zambullirse dentro del agua, cosa que también querías hacer, pero tenías que esperar a encontrarte con quien sería tu cita.

Estuviste esperando al lado de unas chozas de paja -donde vendían comida- que se encontraban lo más atrás de la playa. Mirabas a todos lados esperando que el chico llegase pronto.

A lo lejos divisaste una cabellera extraña de color morado viniendo hacia ti. El chico traía puesto un traje de baño y una camiseta simple, mientras que encima una chamarra sin mangas, además de unos lentes oscuros.

Todo él parecía demasiado increíble para ser verdad, o es lo que pensaría cualquier otra chica que no lo conociera. Cuando le contaste a tu amiga, Mina, que saldrías con él, ella inmediatamente te dijo no salieses a una cita con Mineta, y como no le hiciste caso, te advirtió de los posibles escenarios donde el chico se aprovecharía de tu torpeza.

—Buenos días, Mineta. —Saludaste cuando ya lo tenías al frente. Este te saludó de vuelta, siguiendo su fachada de "chico cool"—. ¿Buscamos un lugar para acomodarnos?

—Claro —dijo, y empezaron a caminar por la arena buscando algún lugar decente donde sentarse entre tantas personas—. ¡Por allá!

Cuando ya estaban donde iban a sentarse, empezaron a desempacar las cosas varias que habían traído: sombrilla, para el sol; inflables, para jugar en el agua; toallas y bloqueador, para protegerse de la arena y del sol; y un par de otras cosas más, como comida y pertenencias.

Mientras que abrías la sombrilla, el chico estiraba las toallas.

El sol empezó a acalorarte, así que te sacaste la chamarra ligera que tenías puesta, quedándote solo con la camiseta encima y los shorts. Cuando volviste a tu labor, estabas sintiendo una sensación extraña.

Te giraste para hablarle al chico, pero este estaba de espaldas hacia ti y agachado en la arena. Las toallas ya estaban listas y solo faltaba lo tuyo.

No le diste importante a la anterior sensación, y solo terminaste de colocar todo en su posición.

—Ah... ¡Qué calor! —dijiste mientras te abanicabas con la mano. Estabas bajo la sombrilla, mientras que el chico seguía en la misma posición—. Creo que iré a cambiarme al traje de baño. Vuelo enseguida.

Pudiste apreciar como la espalda del chico se tensó. Te levantaste de allí y fuiste a los vestidores públicos que tenía la playa.

Entraste y te viste la sorpresa de que estaba vacío, mucho mejor para así no hacer fila. Te adentraste a uno de los probadores y empezaste a desvestirte.

La misma sensación extraña te acechó, como si algo malo estuviera pasando en ese momento. No creías eso de que las mujeres tenían un sexto sentido, pero a veces sí que funcionaba.

Terminaste de arreglarte y saliste del probador ya con tu traje de baño. Fuiste hasta donde estaban y no había nadie.

—¿Mineta? —llamaste mirando a tu alrededor, pero no lo encontrabas en ninguna parte.

Lo empezaste a buscar por donde antes habían pasado, pero no había rastro de él, hasta que viste atrás de unos botes de basura las extrañas bolas morada como cabello del chico. Te acercaste hasta él, solo para encontrarte con una escena medio extraña.

El chico estaba escondido, con la cara a punto de explotar, con una cámara en mano, pasando fotos tuyas semidesnuda dentro de los probadores.

—Hey. —Lo llamaste seca desde arriba mirándolo con el ceño fruncido.

Todo el cuerpo del chico se tensó al escuchar tu voz, y giró su cabeza lentamente hacia arriba, mirándote con miedo.

—¡No... No es lo que parece! —dijo tratando de esconder la cámara. Apretaste los dientes con furia y de una pasada le quitaste la cámara para destrozarla en un instante—. ¡¡No!! ¡¡¡Mis preciadas fotos!!! ¡¡Ahora que voy hacer esta noche!! —gritó mientras movía sus manos de una extraña forma.

—¡Idiota! —dijiste antes de golpearlo con los restos de cámara en la cabeza, dejándolo K.O. sobre la arena.

ooo

—¿Estarás enojada todo el tiempo?

Hiciste caso omiso a la pregunta del chico grape, cruzándote de brazos y mirando hacia otro lado.

Ahora no sabías por qué decidiste ir con él en una cita en primer lugar, sabiendo como era. Hasta habías decidido por solo un short y una polera como traje de baño, pues ya te habían hablado de su extraña perversión.

—¡Sólo quería ver un poco más de piel! Seguro que con un bikini rojo entallado estarías mejor, aunque no tanto como Yaomomo —susurró el chico perdiéndose en sus extrañas imaginaciones eróticas. Suspiraste y empezaste a guardar tus cosas, ya no querías estar allí ni un segundo más—. ¡No te vayas!

El chico, que estaba sentado adelante tuyo, trató de que no te fueras. Ibas a hablar, pero el fuerte sonido de una pelota cayendo sobre la cabeza del chico sonó, un balón de volleyball había caído justo en la nuca del morado.

Ahora mismo podrías estar riéndote de la situación, pero el problema era que no te podías reír si el chico había sido impulsado hacia adelante por el golpe, cayendo justo en tus pechos.

No puede ser. —Pensaste al ver al chico allí—... ¿Estás bie...

Te callaste, y un silencio incómodo se formó cuando el chico empezó a manosear tus pechos sin escrúpulos.

—Gracias Dios... —Escuchaste decir al bajito mientras levantaba la cabeza de entre tus pechos. Su cara roja de excitación y satisfacción total se complementaba con tu rostro rojo de la vergüenza y la cólera.

—¡Ma... Maldito pervertido! —gritaste mientras le propinabas una cachetada bien dada en su mejilla y te levantabas a duras penas de allí—. ¡Idiota!

Tomaste tus cosas rápidamente y te fuiste corriendo de allí con la cara roja mientras tapabas tus pechos con tus brazos.

Nunca más le darias oportunidad a los chicos que no eran aprobados por tu amiga, y menos a pervertido con cabellos de uva.

Citas a ciegas [One Shots | BNHA]Where stories live. Discover now