Especial 3: Kirishima Eijirou.

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Siguieron caminando por el camino principal, hasta que el pelirrojo se le ocurrió doblar por un camino de tierra.

—¿A dónde vamos? —preguntaste.

—Ya verás. —Su tono de voz parecía decaído.

El chico paró al frente de una tumba, se agachó y acarició la lápida. Su vista estaba ida y su rostro parecía deprimido. Antes de que pudieras decir cualquier cosa, el chico habló.

—Esta es la tumba de mi abuelo —susurró—, hace mucho no venía a verlo.

—Lo siento. —El chico negó y se levantó.

—No lo sientas, está en un mejor lugar. —Trató de sonreír, pero más parecía una mueca.

Te entristecía ver a Kirishima así, tomaste su mano y la acariciaste. El chico no dijo nada.

Miraste la tumba al frente de ustedes, y te agachaste como lo hizo el pelirrojo unos segundos antes. El chico miró extrañado tu acción.

—Señor Kirishima —hablaste a la tumba—. Eh, me presento, soy [Apellido] [Nombre], una amiga de Eijirou. —Tosiste por lo extraño que parecía todo—. Tengo que decirle que su nieto es muy asombroso, está trabajando muy duro para ser un héroe. Seguro lo logrará, y será el mejor. Por lo menos para mí, el ya es el mejor...

Te levantaste y te despediste con un ademán de cabeza, en forma de respeto. Kirishima solo te miraba sin saber que decir, tus palabras le llegaron.

—[Nombre]... —susurró.

El ambiente que se había formado fue interrumpido por la voz de alguien a lo lejos.

—¿Quién anda por allí? —Alzaron la voz, se podía ver una pequeña luz alumbrar el camino principal.

Miraste preocupada al chico, si los pillaban se meterían en problemas.

El pelirrojo te hizo un gesto de silencio, te tomó de la muñeca con cuidado y fueron caminando despacio, posicionándose detrás de un árbol. El chico quedó al frente de ti, y tú entre él y el árbol. Agarraste su camiseta, apretando fuerte.

Estabas nerviosa, habían infringido las normas del cementerio. Tu cara de afligida no te la quitaba nadie, nunca estuviste en problemas y ahora por seguir al pelirrojo se vendría uno muy grande. Miraste con temor al chico al frente de ti, los pasos del guardia se escuchaban más cercanos.

Empezaste a respirar agitada, y el pelirrojo se dio cuenta.

—[Nombre], no va a pasar nada —susurró. Apretabas el agarre con más fuerza y escondiste la cabeza en el pecho del chico.

Este te abrazó en forma protectora, acariciando tu cabeza.

—Shh... No te preocupes, yo estoy aquí contigo. —Te dedicó una de sus radiantes sonrisas.

—Eijirou, gracias —susurraste en su pecho, pues aún tenías la cabeza apoyada en él.

El chico posó sus manos en tus mejillas y levantó tu cabeza para que lo miraras, este te estaba mostrando sus peculiares dientes en una sonrisa.

Kirishima no podía soportar tenerte tan cerca, viéndote temerosa. Acarició tus labios con su dedo pulgar y acercó su rostro al tuyo, dándote un pequeño beso de menos de 1 segundo.

Los dos tórtolos se sonrojaron por la pequeña muestra de amor, pero no era suficiente. Ahora sostuviste su rostro para acercarlo al tuyo, y besarlo por más tiempo.

Tal vez era la adrenalina del momento, pero sus caricias hacia ti te revolvían el estómago, de una buena manera.

—¡¿Qué están haciendo, malandrines hormonales?!

El grito del guardia a ustedes los hizo separarse de un susto. Miraron hacia la dirección de la voz, pero una luz cegadora no los dejaba ver. Los estaba apuntando con la linterna.

Después de ese encuentro con el de seguridad, y que los retará por infringir las reglas, fueron liberados de inmediato; el guardia fue misericordioso con ustedes.

Saliendo del cementerio por la puerta principal. Los dos jóvenes callados caminaron hasta sus casas, sin hablar.

Ninguno de los dos dijo nada sobre lo que sucedió dentro del recinto, pero no había necesidad. Miradas cómplices y sus manos entrelazadas eran lo único que necesitaban.

Fue la mejor noche de sus vidas.

Citas a ciegas [One Shots | BNHA]Where stories live. Discover now