16.- Mi biblioteca eres tú.

9.6K 1.3K 730
                                    

La familia Blackelee estaba a la mesa comiendo patatas con carne. Dean no paraba de hablar sobre la rana que disecó en biología. Mencionó que casi se desmayaba, pero al final optó por vomitar.

—Estamos comiendo—su madre dejó caer sus cubiertos al plato—. ¿Siempre tienes que ser tan asqueroso, piojo?

—No me llames así—Dean habló con boca llena y su madre le aventó una servilleta.

—No hay otra forma de reprenderte—espetó el padre, acariciándole el brazo a su esposa—, si gritamos «Dean» no suena fuerte o seco, parece que nada más estamos emocionados contigo y no enfadados. Y como padre necesito ejercer mi autoridad.

Dean pasó su bocado y comenzó a vocalizar su propio nombre.

—Dean—musitó—Dean, Dean, Dean—iba subiendo de tono—¡Dean!—exclamó a sí mismo.

Sus padres se miraron de reojo y por debajo de la mesa se dieron varios puntapié, peleando por quien se animaría a callarlo. Dean no era alguien que podían controlar.

No como a Zachary, el hijo que antes de que alzaran su voz, entendía y obedecía sin respingar. Tan tranquilo, tan fácil de moldear a su antojo.

Y aquello era el gran temor de Zachary, no ser el hijo que esperen que sea. Decepcionarlos con sus nuevas actitudes, intereses y pensamientos.

Le habían dicho que la tecnofobia era buena, habían dicho que lo hacía diferente y no debía cambiarlo. Repetían esas palabras desde que tenía memoria... Era realmente difícil sacarlas de su cabeza. Más ahora.

—Tienen razón, no importa cómo digan mi nombre, siempre suena bien—soltó Dean al cansarse de gritar—. Nací con nombre artístico, soy fabuloso.

La madre puso los ojos en blanco y giró a Zachary.

—Zachary suena mejor que bien—no se quedó atrás de adular a su hijo ejemplar—. Suena con poder.

Dean también se volvió a su hermano, y enseguida su padre. Todas las miradas se posaron en el chico de los pensamientos perdidos, que no concebía que hablaran sobre él.

—¿Perdón?—pestañeó Zachary, tardó un montón en reaccionar. Aquellas miradas lo intimidaban, aunque fueran familiares.

—¿Estás enfermo, hermano del mal?—Dean pasó su mano a la frente de éste, quien rápidamente aventó su brazo. ¿De cuándo acá checaba su temperatura?

—¿Qué tienes, Zac?—suspiró la madre—. No has tocado el guisado.

De repente Zachary se sacudió y miró su plato. ¿Qué rayos había estado haciendo desde que llegó a casa?

—Ah—pensó un excusa—, es que no tengo hambre.

—¿Y eso?—preguntó su padre.

—Comí con unos amigos después de clases—cubrió el hecho de haberse quedado encerrado.

—Me alegra que por fin hayas conseguido amigos—esbozó una sonrisa su madre—. ¿Cómo se llaman?

—En realidad no es nada—se apresuró a decir. ¿Qué nombre podría inventar? ¿Hall, Hallie, Santini y que más? Todas son la misma persona.

¿Contigo sin Internet? (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora