29. Fonógrafo

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—¿En dónde estabas a tan altas horas de la noche? —preguntó Stella, al tiempo que encendió la lámpara de estancia.

Zachary respingó y se llevó una mano al pecho, por el susto. Había entrado a casa y ya se sentía bombardeado por preguntas incómodas, en especial cuando eran las ocho y media de la noche, era relativamente temprano.

—Estaba en la biblioteca—contestó más por obligación.

—La biblioteca cierra a las siete de la noche.

—Lo sé, me quedé hasta el cierre de puertas.

Inconforme, la señora Blackelee alzó una mirada con desdén, por encima de los anteojos de lectura.

—Me siento inquieta, Zachary—esperó una respuesta por parte de su hijo, pero no llegó—, muy inquieta.

El chico se limitó a cerrar los ojos, con la intención de evadir la situación.

—No sé en qué pasos andas, o con quién.

—Todo está bien, mamá.

—Tus notas académicas han bajado—anunció y colocó a un costado el libro que leía, para cruzar los brazos.

—No es cierto.

—El otro día visité a la directora, y me ha dicho que no has entregado el proyecto de investigación que realizas cada semestre para intercambiar la materia de tecnología y acreditar tus calificaciones.

—El semestre no ha terminado—por suerte—, todavía tengo tiempo.

—Falta menos de un mes y no te he visto al pendiente.

Ella lo tenía bien vigilado, y por más que quisiera sonar como una madre preocupada, daba un efecto contrario, incluso controlador.

—Por eso fui a la biblioteca.

—Deja de mentir—comenzó a elevar el tono de voz.

—Digo la verdad.

—Nunca te quedas tan tarde.

—Pero ahora tengo quien me acompañe—se alzó de hombros—, es todo.

—No me digas que es esa niñata rubia...

—Se llama Hallie, no es una niña—es mi novia, pensó para defenderla, aunque no fuese cierto.

—¿Hallie?—arrugó el entrecejo—, ella no es nadie.

Zachary no sabía si destruir la delgada línea de respeto construida con su madre. No quería problemas. No más.

—¿Qué quiere estudiar? —preguntó Stella sin buenas intenciones.

—Tiene diecisiete años—suspiró.

—No pregunté cuántos años tiene.

—Solo tiene diecisiete años—repitió—, todavía es muy pronto para saber con exactitud lo que quiere hacer con su vida.

—¿Ves? Es una don nadie.

Zachary apretó la quijada. Era difícil contenerse.

Su madre continuó:

—Está en la edad en la que todos eligen la carrera que quieren estudiar, ejercer, dedicarse...

—También es la edad donde más personas se sienten presionadas por su futuro, no por nada hay tantas deserciones en la universidad.

—Tú no estás presionado, y no te cambiarás de carrera. Sabes el camino que debes elegir.

—Porque desde pequeño me has preparado para ello, pero no significa que esté seguro.

¿Contigo sin Internet? (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora