4.- Alektorofobia.

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Zachary deslizó los dedos por la sábana, estiró los pies y escuchó un sonido insólito al borde de su colchón, parecía un cacareo, algo completamente nuevo. Dudoso levantó el cuello sin mover otra extremidad de su cuerpo.

Y logró apreciar en el piso frente a su cama, una gran cresta rojiza en la cabeza de un ser pequeño, alzó más su vista recargando sus codos en la almohada y notó un dorso cubierto por capas de plumas desde el pescuezo hasta la espalda.

—Cucurosnfnfjfofdofuuuu—cantó el gallo.

Zachary se llevó un susto cardíaco, soltó un grito agudo mientras encogía sus piernas.

—Oh, aquí estaba—su madre entró prendiendo la luz de la recámara. Y dejó a Zac deslumbrado por dos segundos.

—Pero qué es est...

—Nuestro nuevo despertador, ¿qué más?—cargó a su ave delicadamente para no lastimarle.

—¿Qué hora es?—Zachary todavía lucía perdido y asustado.

—Las cuatro de la mañana—respondió animada.

—¡Mamá!—Zac hundió su cabeza debajo de la almohada.

—Órale, es buen tiempo para dar gracias a la madre tierra por amanecer otro día.

Zachary jaló sus cobijas para permanecer calientito y de pronto dejó de escuchar las órdenes de su madre.

—Sigue así, Zachary, un día de estos un árbol te caerá encima—anunció molesta la señora de la casa, luego apagó la luz y no volvió a molestar a su primogénito.

El chico no era holgazán, pero sólo había dormido media hora debido a su filia por la lectura.

Con regularidad utilizaba la pequeña mentira entre lectores: "Un capítulo más y ya" siendo consciente de que no soltaría el libro hasta terminarlo. Justo como esa noche.

Al menos repuso tres horas, quedó profundamente dormido, poniendo en peligro su primera clase del día. Entonces su mente reaccionó y se despertó a prisa.

Medio presentable, bajó las escaleras y encontró a su familia desayunando.

Todos estaban sentados, incluido el gallo, que llevaba un babero. Un gallo que tenía babero. ¡Babero de bebé!

Zacahry ignoró el hecho mientras ingería de pie su licuado de fresa. Ya se le hacía tarde.

Dean y Stella mantenían una conversación sobre el gallo.

—Mamá, no le puedes dar huevo revuelto al gallo, es masoquismo.

—Canibalismo—corrigió Zac buscando una servilleta en la mesa, tenía bigote de leche.

—Ajá, a eso me refería—respondió Dean.

—No le pasa nada, ni sabe—la señora le sirvió más huevo al gallo. Y Dean cruzó los brazos indignado, se le fue el apetito.

El gallo parecía disfrutarlo y Zachary supo que era momento de marcharse por la imagen tan desagradable que tenía frente a sus ojos.

No contaba con tiempo ni con ganas de despedirse de su familia.

Su padre estaba tan sumergido leyendo un artículo del periódico, que no percibió la ausencia de su hijo. Soltó el periódico preocupado:

—Hasta donde va a llegar la obsesión de los jóvenes por la tecnología. Pobre chica.

Dean echó un vistazo a la página del periódico que mencionaba su padre, en ella la imagen de una chica rubia le llamó la atención, según vio, era de la misma preparatoria que su hermano. Y entonces hizo una mueca, sabía lo duro que era el bullying ahí dentro.

¿Contigo sin Internet? (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora