11-. Celulares defectuosos.

14.9K 1.8K 1K
                                    

El reloj marcaba las cinco cuarenta y ocho, Hallie iba retardada para la estación de tren. Por suerte Zachary permanecía sentado en los primeros escalones de la entrada, con el libro «La historia del loco» en su regazo y una funda de guitarra a su lado.

—Ya estoy aquí, perdón por el retraso—exhausta llevó las manos a sus rodillas, había corrido varias cuadras debido a que sus padres no accedieron a pagarle un taxi.

—Estaba tan sumergido en mi libro que ni siquiera noté que demoraste dieciocho minutos con treinta y nueve segundos en llegar—cerró su obra literaria esbozando una sonrisa.

La rubia soltó una risa y le ofreció una mano para levantarlo. Ese era el tacto más cerno que habían tenido. Zachary no deseaba soltarla pero sabía que si no lo hacía comenzarían a sudar sus palmas figurando una paleta de hielo derritiéndose.

— ¿Y si vamos por un helado? —propuso él.

— ¿Me engañaste para tener una cita conmigo? —Arqueó una ceja—. Traes una guitarra, quieres pasar por un helado... apuesto a que no vinimos a buscar mi celular.

Zachary sonriente meneó la cabeza y dijo:

—Lo hago por ti, para que te refresques un poco ¿no gustas? Lo comeremos en el vagón, porque pasaremos por ese artefacto del demonio.

Hallie asintió curiosa y caminó a la heladería que estaba en la estación central del tren mientras Zachary compraba los boletos. Para ella pidió un helado en cono sabor chicle y para él sabor café en vaso.

—Espero nos dure hasta el trayecto—dijo Zach saboreando la cuchara de plástico. Entraron al vagón donde sólo había un asiento disponible, como todo un caballero se lo cedió a Hall y se recargó en la puerta.

— ¿Hasta dónde iremos?—alzó su vista la chica para mirarlo, parecía una niña pequeña.

—Sí te lo digo, te atemorizarás.

•••

A las seis y media de la tarde comenzaba a oscurecer y eso sólo le daba un toque tétrico al lugar, la puesta del sol daba a su fin y en vez de parecer romántico para Hallie, le parecía una escena de película de terror, más cuando Zachary abrió su funda de guitarra y no se encontraba adentro un instrumento, sino una herramienta para cavar: una pala.

— Ajá, vas a asesinarme, debí imaginarlo cuando llegamos al cementerio abandonado. ¿Por qué fui tan ilusa? Yo jamás quise matarte de susto con tu fobia... ¿no lo entiendes? No sabía, perdóname por favor... —suplicó por su vida cayendo de rodillas.

—Hall, no te humilles—Zac se postró en cuclillas y buscó su rostro humedecido—. No te voy a hacer daño, ¿por qué piensas eso? Sólo vamos a desenterrar el celular.

—¿Está aquí abajo? —frunció el ceño, aunque en sus ojos seguía reflejado el temor mediante lágrimas. El chico las limpió con su pulgar.

—Sí, quería terminar por completo con esto, necesitaba que vieras por ti misma donde estuvo todo este tiempo y que te percataras de mis sinceras disculpas al entregártelo. Discúlpame por aterrorizarte.

—Aunque todo mundo escondería un cadáver, pero tu decidiste enterrar un celular... interesante.

—Sé que no suena muy inteligente y lógico. Sin embargo, planeaba regresárselo a su dueña, de modo que no debía tirarlo a la basura; Pero tampoco podía llevarlo a casa porque no sólo me contaminaría yo, sino todo mi hogar, allí estamos libres de ondas electromagnéticas.

»Se lo iba a obsequiar a la anciana bibliotecaria, pero después reflexioné, no deseo estropearle la vida convirtiéndola a ella ni a nadie dependiente de un artefacto. Continué pensando y decidí enterrarlo, pasó por mi mente hacerlo en el parque pero cambié de opinión; Si existían daños mayores en la los niños que juegan, en los árboles o la gente sana que va a correr yo no podría vivir con esa culpa. Y por eso lo escondí aquí, al fin y al cabo están todos muertos, no puede pasar nada peor.

¿Contigo sin Internet? (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora