41. Doppelganger

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La chispa en los ojos de Leila era como volcán en erupción, dispuesto a derretir en magma a Hallie, dejarla arder hasta en lo más profundo de la piel.

—¿Por qué haces esto? —se llevó una mano al borde de su pecho e inicio de su cuello, protegiéndose—. No te hice nada, Leila.

La voz le temblaba, y sus brazos lo confirmaban, se erizaban como un remolino, atemorizada por el tornado que se avecinaba.

—Claro que sí—arremetió, y le acarició una mejilla, sintió la vibración temblorosa de sus pómulos—, existir.

Hallie jadeó vuelta en desesperación. Leila le clavó la vista.

—¿Sabes lo que es vivir con mi padre que permanece atado al amor inexistente de tu madre? No pudo tenerla, y entonces se conformó una chica que le recordaba a su amor imposible, y así sentir que estaba cerca de ella. 

Hallie tragó saliva, aún sin procesar.

—No tenía idea, Leila, lo sient...

—¿Sabes lo que es ser la segunda opción? Mamá cayó en depresión por saber que su esposo jamás la amaría. ¿Sabes lo que es vivir bajo la imagen de alguien más? Mi padre te ha espiado siempre, y ha sido más importante verte crecer a ti, que a mí. ¿Sabes lo que es verme al espejo y verte a ti? Te odio, te apropias de mi físico, de mi mente—las venas de su cuello saltaban tras la ira—, arruinaste mi vida, mi familia. 

—Por favor—sus ojos acuosos rogaban—, esto no es mi culpa, son problemas de nuestros padres, ambas sufrimos, pero eso no tiene que que seguir afectándonos a nosotras...

—Cállate—alzó una mano en forma de amenaza—. ¿Qué sabes de sufrimiento? Nunca viviste entre violencia y golpes, entre infidelidades de ambos de mis padres porque no se amaban, mi madre lloraba cada noche hasta que un día, un golpe le provocó amnesia o distorsión de la realidad, hubiese preferido que me pasara a mí, tener la capacidad de olvidar todo, de vivir en otro mundo, pero mi padre remplazó el lugar de ella conmigo, ahora yo llevaba esa presión: El de buscarte y acercarme a ti para complacerlo a él. 

Hallie tragó saliva, Leila escupía las palabras. 

—Nunca debiste haber nacido— su mandíbula se marcaba por la repulsión—... o quizás, debiste haber muerto con tus padres.

El solo hecho de la mención la hizo quebrar en llanto, no podía distinguir las lágrimas de tristeza, decepción y de susto. Le martillaba el pecho de dolor.

Nunca creyó que la persona que pensó que jamás le haría daño, continuaría arrojando palabras con el afán de herir, de volcar ese veneno y ácido de su boca, ensuciaba su alma, la desvanecía.

Era doloroso pensar que la persona en la que más confiaba, la odiaba.

Las mejores amigas también se rompían el corazón, y dolían más que cualquier ruptura amorosa.

La traición se sentía como el fin del mundo, de aquel mundo que habían creado con su amistad y construido con una conexión donde solo ellas tenían la clave, los recuerdos se remplazaban por meteoritos en picada y arrasaban las palabras que solo utilizaban entre ellas, apodos que inventaban, secretos, cartas, confidencias, complicidades, memorias. Era el fin de todo el mundo que conocía y compartía a su lado.

Y perder su amistad se sufría como un duelo.

—Todo debió quedarse en el incendio—Leila se acercó más a su espacio vital—, quisiera que fueras ceniza—le sopló en la cara en busca de atemorizarla—, polvo.

Leila se enfrascaba en hacerla sentir miserable.

—Basta—sollozó negando—, ¿cómo puedes ser tan cruel? Pensé que éramos amigas.

Leila se echó hacia atrás para reír.

—Lo único que terminarás siendo de mí, será mi primer cadáver.

—Eso está por verse—reunió las fuerzas para pronunciarlo—. No te saldrás con la tuya.

—¿Por qué no? —frunció el ceño sin desvanecer la sonrisa en su rostro—. mi padre ya ha cometido algunos crímenes, ¿y lo ves en prisión? No pasará nada si de pronto desapareces tú, querida. No hallarán pistas, porque sabemos borrarlas, ¿o acaso lo mencionan en el periódico?

—Oh, por Dios—masculló Hallie, el peor de los escenarios vino a la mente—, ¿tu padre ocasionó el incendio?

—¿Quién más? —rodó los ojos—. Si él no podía tener a tu madre, nadie la tendría.

—Esto es enfermo—se rodeó a sí misma en un intento tonto por cubrirse de las atrocidades que escuchaba. No era algo que podía tocarse, pero si sentirse.

—Se le salió de las manos, pero sigue siendo un crimen perfecto, porque no lo hallaron culpable.

A Hallie le taladraba la cabeza, la habitación daba vueltas como si estuviese en un juego mecánico a toda velocidad. Solo que no era agradable, el vértigo se acumuló en su interior y se descargó en una furia por atacar a quien había llamado ingenuamente su otra mitad, su mejor amiga.

—¡Cómo pudieron! —se abalanzó contra ella, acorralándola en una pared.

A Leila no le causaba sorpresa su reacción, estaba preparada para algo más violento. Logró reírse en sus narices en su intento por apropiarse de la situación.

—¿Eso es todo lo que tienes? —dijo antes de ejercer su fuerza y cambiar los lugares—. Debiste de haberle hecho caso a tu noviecito, nunca debiste conocerme.

Y Hallie no vio venir el puñetazo que demostraba toda la ira que la consumía y descargaba contra ella. Se dobló en dos tambaleándose, sentía que le había arrancado el estómago, y sin poder dolerse, Leila la agarró de un tirón por el pelo y la llevó al rincón del despacho.

Hallie quiso defenderse dejando caer las cajas apiladas, pero aquello solo fortaleció la idea de un muro que le impedía salir. Se dio cuenta de su error demasiado tarde, ahora era imposible correr hacia la puerta y huir.

—Te quedarás aquí hasta que hable con él —aseguró Leila apretando los dientes.

Ella había quedado del otro lado, con ventaja y a punto de salir.

—No, por favor—jadeó Hallie, desesperada y aplastando la montaña de papeles.

Leila se había ido con la llave consigo, no había salida.

Un escalofrío le recorrió las mejillas y se instaló en su cuerpo, nada de aquella habitación podía ayudarla a salir, solo eran hojas que a lo mucho, podían rasparle un dedo.

La ansiedad le generaba un vacío enorme en el estómago, y una presión en el pecho. Turbada, paseaba las manos por el cabello y el rostro, con sudor en la frente, sin saber qué hacer

—Por favor—golpeó la puerta con las palmas de las manos, con lo nudillos, con los puños, estaba desesperaba, intercambiando golpes como si con aquella fuerza fuera suficiente para derribar la madera—, déjame salir, auxilio—aulló. 


..........

n/a: Preguntas para ganarse un capítulo dedicado (recomiendo participar, el siguiente es muy importante)

¿Qué creen que le haga Leila a Hallie? :((

¿Por qué se parecen tanto ellas, y son como dobles? 

Pero la verdadera pregunta, desde hace varios capítulos, es: ¿Y Zac? ¿Dónde está? 

Nos vemos, conectaditos. Espero pasen un lindo fin de semana <3 


¿Contigo sin Internet? (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora