37. Fin de la comunicación

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Al día siguiente Hallie no salió con Leila, su amiga había tenido su primera cita con Tom. Pero, aunque no estaban juntas físicamente, se mantenía en contacto por mensajes para no perder la costumbre.

Hallie seguía sin dirigirle la palabra a Zac, todavía hablando con Leila sobre el tema de la relación a distancia, su corazón duro se negaba a aceptar la realidad.

—La distancia no separa corazones—le había dicho cuando abordaron la conversación—, y lo sabes bien. Yo te quería desde este lado del mundo, no dudes en que Zac también lo hará.

Sin embargo, el problema no eran los sentimientos de Zachary, sino los de ella misma. No se sentía capaz de lograrlo, por supuesto, no dudaba de que lo amaba y lo seguiría amando incluso separados por un océano y miles de kilómetros.

Pero le asustaba la idea de perderlo, de no saber contener las ganas de sentirlo cerca; de besarlo, abrazarlo, acariciar su cabello, aspirar su aroma. Quería atrapar su voz en un frasco. Soltó una risa, la voz no se podía ver, así como Zachary a la distancia no se podía tocar.

Como tuvo toda la tarde libre, decidió que no le haría daño pasar el tiempo en las redes sociales como antes, y notó que el vídeo conociendo a Leila se comenzaba a viralizar y centenares de cibernautas comentaban etiquetando a su ibf.

"¡Felicidades!", "Metas", "Algún día" era las palabras que más se repetían.

Y por más que luchaba contra ese deseo, le hacía sentir bien tener seguidores nuevos, le gustaba recibir miles de comentarios, me gustas, compartidos. Era tonto, porque a pesar de que para Hallie lo era todo, a más de la mitad de las personas que lo había visualizado lo terminarían por olvidar a medio día, pues el consumismo no causaba retención, solo eran emociones inmediatas, y después continuaban con su vida. Pero Hallie no.

Bloqueó la pantalla de su celular, habían pasado tres horas y ella seguía en la misma pestaña de internet. Detestaba perder el control, caminó ansiosa por la habitación. ¿Cómo iba a superarlo ahora que Zac se iba?

El tiempo no iba a quedarse paralizado, eran los últimos días de Zac en Obless y ella lo sabía. En un impulso, tomó su abrigo para salir a buscarlo, pero antes de que pudiera cerrar su puerta el ruido de las latas cayendo de la repisa por el movimiento violento de la puerta la sobresaltó.

La distancia de caída fue suficiente para abollar una lata.

—¡No! —corrió en socorro al objeto inanimado.

Ahora se sentía como la lata, con un golpe que le fracturaba el corazón, le dolió que aquello que comenzó con su comunicación acabara de esa manera. Tenía que repararlo, cuidar aquello que le quedaba, no podía acabar así...

En su desesperación, después de que la mente se le nublara unos minutos, pensó en crear un nuevo teléfono de latas, y a medida que se tranquilizaba la idea fue tomando una mejor forma. Sonrió, porque la innovación podía rescatar no solo la lata, sino también la relación con Zachary.

Pronto puso manos a la obra, primero fue al super para comprar nuevas latas, y compró un nuevo hilo, esta vez, rojo. La propuesta le encantaría.

...

Zachary, por su lado, llevaba días sin terminar empacar, guardaba unas camisas y luego las devolvía al closet.

—Debí usarlas para salir con Hallie—se lamentaba—. No para un viaje que no quiero hacer.

A Stella Blackelee no le agradaba su comportamiento tan insípido y hostil frente a algo que quizá hace unos meses le hubiese causado alegría y emoción. Estaba segura de que antes de que terminara la semana, él cancelaría el viaje por completo.

¿Contigo sin Internet? (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora