45. Un hospital para seguir

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—Te conseguí un pase al hospital, hay una feria de carreras universitarias—le dijo Stella un día que Zachary bajó a la sala por un libro, y lo subió a su habitación—. Y si realmente quieres ser médico me gustaría que fueras y te relaciones con el mundo de la salud, conozcas el trabajo, a qué te vas a enfrentar...

Zachary suspiró, ya se había resignado, eran discusiones constantes por los estudios.

—Prefiero seguir el método convencional, primero hacer el examen de admisión a la universidad, luego ver las prácticas...

—Zac—su madre se cruzó de brazos—. Solo es una charla de orientación vocacional. No quisiera que a la mitad la abandonaras porque sientas que te equivocaste de carrera...

—¿Por qué haría algo así? —se sintió ofendido.

—Hace un año querías estudiar literatura, hace seis meses historia, y ahora Medicina... creo no sabes lo que quieres.

Zachary cerró el libro, que lo había hecho distraerse de sus problemas, para volver a la realidad. Habían pasado dos meses desde la partida de Hallie, poco a poco volvía a tomarle cariño a la lectura.

—Sé tomar mis propias decisiones, no me arrepentiré de estudiar Medicina.

—Entonces anótate a la universidad este año.

—Tomaré un año sabático...

—¿Para qué? —alzó las cobijas para destaparlo—. Solo te deprimes más estando en casa, ¿para qué hacer esperar a la universidad? La vida es un instante, en cualquier momento podría escaparse de tus man...

Guardó silencio. Cayó en cuenta de su error, de la mención que podía detonarlo.

—Es todo—dijo poniéndose de pie para alejarse de ella, incluso si aquello significaba salir de su habitación que se había convertido en su refugio y ahora la sentía invadida.

—No—quiso componerlo Stella—. Empecemos de nuevo... lo que quería decir...

—Ahorra tus palabras—frenó Zac—. ya dijiste suficiente.

Su madre abrió las cortinas, descargando su furia en ellas.

—No sé cómo le vayas a hacer, pero irás a conocer el hospital esta tarde. Te guste o no.

Zachary no se inmutó ante la amenaza, esperó que ella saliera de su habitación para retomar su lectura nuevamente en la página dieciocho.

Llegó a leer hasta la página noventa y tres cuando su madre lo dejó plantado frente a la clínica con intenciones de arrancar la camioneta.

Zachary se recargó en la ventanilla del auto.

—Ni creas que pisaré de nuevo ese lugar—dijo, indispuesto de caminar hacia la entrada principal.

—Pasaré por ti a las cinco—sonó el motor—, que te vaya bien.

Detestaba que lo tratara como un niño pequeño, llevándolo, recogiéndolo. Como si no pudiera hacer nada por sí solo.

Bueno, en realidad no podía, a duras penas abría solo el refrigerador de casa.

Rascó su nuca y entró al hospital. No tardaron en darle un gafete, una joven enfermera se lo colocó por el cuello.

—Ayer fue la feria de carreras universitarias—le dijo acomodándole el listón doblado—. Pero hoy es tu día de suerte, puedo darte personalmente el recorrido.

Y ladeó su cabeza esperando que Zachary le siguiera el paso. Vaya suerte.

Veinte minutos más tarde ya no soportaba estar cerca de ella. Tal vez era el perfume que usaba, su voz irritante, o el mar de información que le arrojaba lo que lo sacaba de quicio. Deseaba que las próximas tres horas que faltaban se cumplieran en un chasquido de dedos.

¿Contigo sin Internet? (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora