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Toc toc.

¿Estás ahí?

Sí...

Toc.

-¿Mami?

Toc.

-¿Theo?

Le veo por el borde de la puerta abierta.

Está sentada en la cama leyendo un libro con una luz tenue prendida al costado.

-¿Cariño?

El picaporte me llega a los ojos. Colgado de este, hago la puerta a un lado e ingreso. Llevo el oso de peluche que Austin me regaló cuando cumplí cinco.

Suerte que él está vivo.

Aquí.

Ahora.

Durmiendo en la cama contigua a la mía en nuestra habitación.

-¿No puedes dormir?-me pregunta mamá al tiempo que subo a la cama.

Sacudo la cabeza.

-Ven, mi Cielo.

Ella acomoda la almohada para que me acueste a su lado.

Acuno la cabeza en su pecho y cierra el libro que estaba leyendo. Abrazo mi osito y la miro.

-Cuando sea grande quiero leer libros grandes como les que lees tú-le confieso.

Ella sonríe y me incorpora un mechón de cabello a un costado.

-Seguramente-susurra-, pero estoy aún más convencida de que tendrás la capacidad suficiente para escribirlos por ti mismo.

Sonrío.

-En la escuela te enseñarán a leer y podrás leer tus propios libros-me cuenta.

-No queda mucho para eso, mami.

-No, cariño.

-¿Puedo pedirte una cosa?

Ella frunce el entrecejo y deja el libro a un costado.

-¿Dime?

Quisiera preguntarle por qué no se ha dormido aún, aunque no es necesario. Está esperando a papá. Otra vez. Pero no llega.

¿Por qué?

¿Dónde está?

¿Trabaja a esta hora? ¿Todos los fines de semana? Y el dinero es algo que apenas alcanza. Un niño de casi seis años no puede vivir las crisis económicas con la crudeza que la vivo. No puede andar preocupado sin saber si mañana habrá comida para todos.

-Puedes...-empiezo-, contarme qué sucedió luego de que el lobo y el ángel se encontraron?

De pronto su gesto de preocupación desaparece y suelta un largo suspiro.

-Claro, mi cielo. Ven.

Entonces reposo mi cabeza en su regazo y cierro los ojos mientras me acaricia el pelo.



«Cariño, cúbrete los oídos.»

«¿Recuerdas el cuento del Lobo y el Ángel?»

«Haz silencio». «Haz lo que te pido, por favor».

«Tienes cinco segundos para decirme dónde carajos se ha ido». «¡¡¡Habla ahora, maldita sea!!!»

«Theo, vete. Te lo ruego...» «Okay, me voy de tu maldita casa». «Cuando cruces esa puerta, no quiero volver a verte. No quiero volver a ti».

«Siéntate. He venido a advertirte algo». «¿Qué?» «Van a herirte en lugares como estos». «Te he observado entre clases y percibo que no eres igual a todos. No encajas, ¿comprendes?» «Pero tú...»

«No me busques. Yo puedo herirte más que nadie».

Y me buscó.

Y la hice pedazos.

Como todo en mi vida.

Es imposible recuperar aquello que ya no tiene arreglo.



Cuando el Ángel y el Lobo se encontraron, aprendieron a vivir en solemnidad. El Lobo entendió que no podía comerse a su presa. No a esta presa. El Ángel, por su parte, le costó dejar de temer al Lobo no obstante, primero le enseñó a confiar en sí mismo.

En muchas ocasiones el animal hizo que la criatura indefensa sufra. Abandonó a su Ángel en la penumbra, expuesta al frío y los peligros de la Oscuridad. En alguna ocasiones otras bestias se cruzaron en su camino y el Lobo no estuvo para protegerle, sin embargo el animal pese a ser fuerte, también tenía sus momentos de vulnerabilidad.

También fue atacado por los demonios de la noche.

Aunque esta vez, el Ángel con toda su majestuosidad era la única criatura capaz de espantar los fantasmas que tanto le atormentaban.

Entonces se colocaba de rodillas junto a él y le curaba el espanto. Los dolores de su alma. Estaba con él hasta que se recuperaba.

A cambio el Lobo le ofrecía protección. Cuando se dio cuenta que hasta el más fuerte puede quebrarse, cayó en la cuenta de que tenía que proteger a aquellos que parecían ser débiles. Y sólo son más flexibles.

Por algo lo que es duro se quiebra.

Lo que es fuerte, puede adaptarse a las circunstancias cuando es necesario.

Entonces el Lobo y el Ángel intentaron acompañarse en el camino para batir la adversidad.

Al menos, mientras las fuerzas de ambos alcanzaron para luchar. No sin antes haberse herido a sí mismos.

En el camino encontraron a unos amigos pero descubrieron que a veces, es necesario el cuidado mutuo...

Porque la soledad te derrumba.

Estar solo para siempre, te destruye.

No hay peor enemigo que uno mismo cuando tu cabeza es el Asesino.



-¿Theo?

Tú cabeza es un Asesino.

Es El... Asesino.

-¿Theo? Despierta, santo Cielo. Despierta.

Dentro de ti está el peor enemigo.

-Theo, estás llorando. Despierta. Es sólo una pesadilla.

Hay que vencerlo ahí.

En la mente de uno se encuentra esa voz mortecina y amenazadora que ríe en la noche.

Que te acerca al peligro.

Que te enfrenta a tu destino cuando sabes que has matado a alguien y no lo puedes decir.

-Theo, ¡habla!

-Trac...

-¡Mírame! Estoy aquí. Contigo.

-Trac... cy....

-Sí, amor mío. No estás solo.

-Tracy... Yo maté a tu padre.



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BAD BITCH #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora