▲ 119 ▼ (Segunda parte)

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Tracy

Me muerdo la lengua para no soltar un grito al descubrir que Theo lee el mensaje pero no contesta.

Miro a mi alrededor y el enorme campus, los edificios, las banderas de fraternidades, los universitarios haciendo ejercicio, el cielo azul extendiendo su inmensidad en lo alto no hacen más que volverme presa de la ansiedad.

El pánico es como una bomba dentro de mí que detona y se expande en cada parte de mi cuerpo.

Tengo la intención de escribirle a Charlie pero mi respeto hacia él no me lo permite... Jamás me perdonaré el haberme marchado y no contarle que lo haría.

Él, en cambio, me avisó cuándo se mudaba a la ciudad donde comenzaría su nueva etapa de estudios. Simplemente, mi necesidad de castigo impide merecerme su amistad, su compañía, no puedo abandonarle sin más. Mejor, le avisaré en el debido momento que estoy a un puñado de horas de nuestro vecindario.

Miro de nuevo mi móvil.

Nada.

Maldito seas, Theo.

Deja de humillarte y concéntrate en lo importante.

Pero...

Pero nada.

La Tracy Malvada noquea a la Sensible enviándola a dormir un rato. La última levanta una mano para objetar una palabra más aunque la otra ya se aparece con el lanzallamas para terminar lo que empezó.

-Hija, creo que este lugar es parecido al Paraíso mismo.

Mi madre estaciona el coche frente a un bonito edificio de ladrillo visto. Tiene plantas de ligustrina en el frente, puertas y ventanales enormes, árboles con copas inmensas aunque bien podados.

Debo admitir que tiene buena pinta, sin embargo creo no poder hacerlo. No podré. Esto es demasiado para mí, creo que no estoy preparada la magnitud de esta etapa en mi vida, soy demasiado joven aún, necesito pensarlo un tiempo más. El estudio y las exigencias colapsarán conmigo y me harán mucho daño...

-¿Cómo te sientes?

La pregunta de mamá me toma por sorpresa y caigo en la cuenta de que estoy estrujando mi mochila con los puños y una gota de sudor frío cae por mi espalda.

-¿Qué?-le pregunto.

Ella pone su mano sobre mi antebrazo, justo donde va el tatuaje del triángulo recto. Demonios, suerte que llevo la maldita camiseta.

-Entiendo que te sientas nerviosa. Yo estaba igual en tu primer día-vuelve, Señora Sermones.

-Mamá, estoy...bien.

-Es probable. Pero también es probable que los próximos días sean los peores de tu vida. Quién sabe, las próximas semanas, meses o todo el primer año. La pista está en irse acostumbrando.

No respondo.

-Bueno, hija. Es hora de que esta leona entregue a su cachorrito.

Sus palabras me dejan pensando. Acto seguido se baja y hago lo propio. Va donde el maletero y saca la valija con mis pertenencias. Le doy una mano para dejarla finalmente reposar en el suelo, quitar la manija y llevarla a rastras con ayuda de las rueditas.

-Que tus éxitos sean más grandes que tus expectativas-dice finalmente mamá.

Se genera un silencio incómodo entre ambas mientras sentimos todas nuestras discusiones a flor de piel. Es hora de dejar atrás toda una vida.

Creo que ella está pensando en lo mismo debido a que la pregunta queda flotando en el aire: ¿Esta es la parte en que nos abrazamos? Ay, Dios, es demasiado vergonzoso.

La tensión se incrementa cuando finalmente, coloca su mano en mi hombro y la da pequeñito apretón. Luego lo quita y cubriendo un posible llanto con una falsa sonrisa, me da la espalda, sube al auto y enciende el motor.

Quedo de pie a orillas de la calle que da entrada al campus viendo cómo la leona deja a su cachorro a al intemperie.

Suspiro.

Dejo que el aire me limpie los pulmones y que se lleve consigo las ganas de romper en llanto.

Santo cielo, no puedo hacerlo.

Vamos, Tracy Smith. Es hora de que crezcas.

No puedo. No, no puedo hacerlo.

Sí que puedes.

Trato de que las voces de mi interior hagan silencio y me enfrento a los escalones que dan ingreso a la residencia. Hago un esfuerzo descomunal en subir la valija con rueditas.

En ese instante alguien sale y se queda de pie.

El peso de su mirada cae sobre mí como una dolorosa opresión a la cual no puedo evadir. Cuando me giro para encontrarme con el extraño chismoso, termina impactando conmigo la imagen de un chico que nunca en mi vida pensé encontrar.

Metro noventa, hombros y bíceps anchos. El pelo rapado, con un mechón de flequillo que cae rebelde sobre la mirada del muchacho. Sus ojos negros y la piel bronceada son un detalle interesante bajo... la tinta.

Los tatuajes cubren, al parecer, cada centímetro de su piel visible exceptuando el rostro.

Un aro se cierra en la aleta derecha de su nariz al igual que otro en su oreja izquierda y un expansor negro en la antagónica.

Viste una sudadera color gris y pantalones negros de joggin. Alrededor de la capucha se ve un par de auriculares que caen sin mucha gracia pero evidencia que, al parecer, este muchacho está por salir a correr.

La incógnita se me presenta ante la incómoda situación de que el estúpido se me queda mirando.

Y yo, para peor, me le quedo fija en su mirada como el carbón.

-Ho...hola-le digo.

Los segundos transcurren y su gesto permanece inmutable. No me devuelve el saludo y me siento tan avergonzada que mis ojos no hacen más que descender hasta el enorme tatuaje en flor que empieza en su cuello y termina en los costados de su cuero cabelludo.

El muy irrespetuoso finalmente me ignora y sigue su camino evadiéndome por un costado y empezando su recorrido escuchando música y haciendo footing.

-Oh-murmuro-. Vaya bienvenida.

Termino por subir la maleta y antes de cruzar la puerta que da ingreso a mi nueva vida, mi libido exige volver a mirar al Dios Griego que me crucé hace unos momentos.

Me giro sobre un hombro y lo distingo a pocos metros, de espaldas.

Lo sorprendente es que él también se gira...

...y me muestra el dedo medio.

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#BADBITCH #DÍA4

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BAD BITCH #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora