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Tracy

Un almohadazo me despierta y el bosque se desvanece.

-¡¿Nunca te quedas quieta a la hora de dormir?!

Phoebe se aparece en el límite de mi estado de onirismo y de vigilia.

-¿Qué...?

-Yaaaaa, calla. Me duele la cabeza como si un mamut me hubiere caminado por encima-se queja.

Me acomodo en la cama y miro a mi alrededor hasta reubicarme: estoy en la habitación de la residencia estudiantil. Ningún lobo, ningún bosque, ningún charco de sangre.

-Es que...tuve una pesadilla-me excuso.

-Y yo tengo terrores nocturnos, resaca y un grano en la frente, pero no por eso te impediré que sigas durmiendo como un tronco.

La miro y distingo que está tirada en su cama, vestida con ropa negra y cadenas en la cintura. Su pelo corto está despeinado y se masajea las sienes como si esto le permitiese calmar las jaquecas que aqueja.

-¿Qué hora es?-le pregunto distinguiendo un ligero tono naranja a través de las cortinas bordó.

-Yo qué sé. Como las seis.

Vaya...

Estamos a martes.

He pasado mi primera noche como universitaria independizada. No puedo creerlo.

Aunque el precio haya sido sólo una pesadilla, puedo decir que he salido airosa de mi primera jornada en este sitio.

-¿Pue...-me interrumpo al percibir otro gemido de molestia por su parte aunque prosigo-: Puedes decirme dónde quedan las duchas?

-¿Para mujeres o para hombres?

Su pregunta me sorprende y me sonroja. Sobre todo al imaginarme que saber dónde quedan las duchas de hombres podría ser causa de una excusa al estilo «Oh, sólo pasaba por aquí, soy nueva, apenas conozco la residencia.»

-Para mujeres-digo al fin.

-También las hay mixtas-añade. Supongo que ha de ser por las políticas de integración de la universidad.

-Prefiero el de mujeres-insisto.

-Mano izquierda, final del pasillo. Lleva una toalla porque la tuya de la residencia la he vomitado en cuanto entré a la habitación. ¿No te molesta, verdad?

¿Queeeeé COSA HIZO?

-Esto...no, claro que no-respondo algo intimidada por la idea de llevarle la contraria y las consecuencias que esto podría implicar.

-Si serás tonta-añado corriendo las manos de su rostro y me mira-. No iba en serio pero deberías haberme jurado venganza o algo as... ¡¿QUÉ DEMONIOS?! ¡¿ESOS SON GATITOS?!

Miro mi pijama y pese a la embriaguez que lleva encima y el olor agrio a licor que me llega a las fosas nasales, puede divisar que llevo puesto un pijama con gatitos de goma estampados en una suave tela de algodón color azul.

-Son...gatos salvajes-me exuso-y traen suerte.

-¡JA! Como digas, gata salvajísima.

Me muerdo un carrillo hasta casi hacérmelo sangrar y busco una toalla entre las cosas que guardo aún en mi valija porque mi espacio en el armario es diminuto.

Phoebe se sigue quejando de su jaqueca y sin inmutarme en corroborar si en verdad ha vomitado en mi toalla que provee la universidad, salgo dejando atrás esa pocilga para señoritas.

BAD BITCH #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora