44. Un teléfono para recordar

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Incluso él mismo. Adoptando una vida que él no reconocía propia de su persona. Un día odiando la tecnología, otro día refugiándose en ella.

Su madre había sido considerada y cambió los boletos de avión por una fecha más lejana. Todavía creía que irse de ahí era la mejor idea para estudiar, pero especialmente, sanar dadas las circunstancias.

—No quiero ser igual que su familia—le dijo un día que bajó las escaleras, y se sentó en un escalón. Era un gran paso—. Si ellos quieren olvidar, comenzar una nueva bien... bien por ellos. Yo no.

—Zac, todavía es muy reciente para tomar una decisión así.

—Me quedaré aquí, por Hallie, alguien tiene que hacer valer su vida por ella, quiero vivir por ella. Y no voy a discutirlo.

En cierta manera, se había vuelto más agresivo, más solitario.

—Aquí no está la carrera de historia...—argumentó Stella—, no para la rama que quieres.

—He cambiado de opinión, no quiero estudiar eso.

Su madre para evitar contiendas, no dijo nada. Solo quería verlo sonreír, no encerrarse de nuevo.

—¿Y qué me dices de Literatura?

—Ni en sueños—espetó.

—¿Entonces?

Zac apartó la mirada, tenía otro propósito nuevo por el cual vivir.

—Quiero estudiar medicina—dijo distante—. Todos son unos idiotas, si yo fuera médico, jamás seré incompetente. Y salvaré muchas vidas.

Su madre quiso subir un escalón para ofrecerle su apoyo. Él esquivó su mano.

—Por Hallie, no quiero que nadie más experimente el dolor de perder al amor de su vida.

Stella le dedicó una sonrisa ladina, sabía que había casos que salían de las manos del personal de salud, culparlos a ellos era injusto. Pero su hijo no tenía la madurez suficiente para identificarlo, lo tendría que vivir una vez dentro del internado.

—Está bien—dijo sin protestar—, doctor Blackelee.

Pero lo que su madre no sabía es que él pensaba tomarse un año sabático antes de comenzar la carrera universitaria. No tenía mucha prisa por retomar los estudios.

Stella creyó que estaba mejorando, pero él seguía hundido en una depresión. Casi no comía, intentaba conciliar el suelo duchándose por las noches para relajarse, pero no mostraba cambios en su conducta.

Su falta de energía se veía reflejada en las horas que pasaba acostado de lado en su cama.

—¿Qué opinas de que vayamos a comprarte libros? —le dijo su padre, un día.

—No quiero—dijo descortés. Su padre lo miró—. gracias—añadió para que no sonase tan seco.

—¿Y si vamos a un día de campo?

—No me apetece salir.

—¿Qué tal el boliche?

—Me da náuseas.

—¿Vamos por pizza?

—La detesto—otro recuerdo con Hallie volvió a su mente.

Todo intento era inútil.

Cerró los ojos, y a su paso todo pequeño trozo que quedaba de su alma.

...

No soportaba la luz del sol, llevaba días sin deslizar la cortina de su habitación y abrir la ventana.

¿Contigo sin Internet? (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora