42. Una llamada entrante

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—No quiero meterme en problemas.

—Te lo ruego—rasgó la madera—, siento que me falta el aire, estoy muy asustada y solo tú puedes ayudarme—se sinceró con la voz hecha un hilo—. Eres mi única esperanza...

Esta vez el silencio fue más prolongado, Hallie comprimió sus párpados de la impotencia, era su fin. Estaba perdida.

Cuando de repente oyó el sonido del cerrojo que giraba de un lado a otro y luego se detenía. Laila había tardado porque había ido por un juego de llaves y todavía no sabía la correcta, a tientas introducía llaves en la perilla.

Y luego de dos intentos más, la puerta se abrió y el aire exterior le inundó los pulmones a Hallie, ya no sentía asfixia.

—Corre, eres libre—soltó jugando con los dedos, nerviosa.

—Gracias—tomó con sus manos el rostro de la adolescente, y le sonrió reconociendo su gesto que le había salvado la vida.

Se marchó inhalando profundamente, necesitaba mantenerse en condición atlética para correr lejos, lo más lejos de aquella mansión.

El portazo de la entrada principal alertó a Leila, que, sin perder el tiempo, corrió a verificar el despacho de su padre.

—¿¡Qué has hecho!? —gritó exasperada a Laila—. Eres una estúpida—y le propinó una bofetada.

La pequeña de los Miller todavía sobaba su mejilla cuando su hermana mayor, sin mirarla de nuevo, salió en busca de la chica que odiaba con todo su ser.

La ira le impulsaba a correr tras ella. Alcanzó a reconocer su cabello que se agitaba por el movimiento acelerado de sus pasos.

—Estás muerta—dijo en voz alta. Y cobró energía para atraparla.

Hallie sintió su mirada encima y aceleró radicalmente, aunque sus pies ardían de correr sobre las piedras decorativas del jardín de los Miller.

Detestó que estuvieran en zona residencial, tenía que recorrer largas distancias de casa en casa para llegar a las calles de la Ciudad, y así poder pedir ayuda a los transeúntes.

Sentía que el corazón se le salía del pecho, pero al voltear atrás y ver la silueta de Leila perdiéndose entre los arbustos le devolvía las ganas de seguir, quería huir, pero sentía que se atraían como dos imanes y por mucho que se alejaba temía ser alcanzada.

Estaba a mitad de camino, tenía que lograrlo. Los labios se le resecaron, y su cuerpo estaba pálido de correr sin parar. Entonces tomó nuevamente su celular y volvió a marcar a Zachary.

Era la segunda llamada. Su segunda oportunidad de salvarla.

El trote de Hallie no coordinaba con los prolongados tonos de la llamada, ella era más veloz. Guardó el celular sin señal de respuesta por parte de él, le temblaron los dedos, pero aquello no la detuvo de continuar.

Tragó saliva esperando que aquello funcionara como agua fresca después de una carrera, pronto comenzó a sentir palpitaciones en sus piernas y la vista nublada, tantas cosas mezcladas le agitaban la respiración, sin embargo, vio a lo lejos los faroles de las calles y cruzó hacia la Ciudad.

Resopló y la carga en sus hombros disminuyó notablemente. Con el dorso de una mano secó el sudor de su frente, y se alegró de sentir el frío en sus mejillas, la adrenalina había cesado.

Cuando de repente, sintió un jalón que le rasgaba la chaqueta y la arrastraban fuera de la Ciudad, sentía que sus pies apenas rosaban el suelo, y por mucho que lo intentaba, no podía zafarse de la depredadora que la llevaba de vuelta.

—¡Suéltame! —gritó Hallie con sus brazos luchando en el aire.

Leila la lanzó con fuerza a los arbustos, la tiró con rabia y Hallie solo pudo deslizarse por el pasto sujetándose el estómago hasta que nuevamente la arrastró jalándole del pie.

En defensa propia, le propició una patada en la cara que le dio segundos de ventaja para levantarse y correr en dirección opuesta, Leila se llevó una mano a la boca y notó la presencia de sangre en sus labios.

Hallie desesperada, volvió a marcarle a Zac, no aguantaría toda la noche riñas con Leila. Y con esperanza en los ojos, pensó que esta vez sí le respondería.

El número que usted marcó no está disponible, o se encuentra fuera de servicio. Favor de llamar más tarde. Decía la operadora.

El olor metálico en las fosas nasales de Leila funcionó como una bebida energética a la garganta, gracias a la adrenalina no le dolían los golpes, entonces reunió la potencia para arrebatarle el celular a Hallie a pesar de que ella se aferraba a su aparato, por lo que tuvo que propiciarle una bofetada directa y honda al rostro. No iba a permitir que la ayuda llegara.

Leila supo emplear el mareo de Hallie para mandar lejos el celular y llevarla a rastras de vuelta a casa antes de que su padre lo notara.

Quedaron frente a frente y por un instante se miraron. Leila inspeccionó las pupilas de Hallie, había terror en ellas, temblaban y tiritaban en aquella noche fría. Y sonrió, porque se sentía vencedora.

—No escaparás de mí—escupió Leila en una mezcla de saliva y sangre—, voy a tenerte así de cerca hasta acabar contigo.

Hallie estiraba el cuello hacia atrás en respuesta. No iba a permitirlo, pero tampoco le quedaban opciones para resguardarse.

Entonces un sonido vibrante y que acompañaba una canción, sonó a lo lejos, giró el rostro y los ojos se le iluminaron al percibir que la pantalla de su teléfono se prendía y mandaba la imagen del chico que amaba. Sintió que volvía a respirar.

Zachary Blackelee le marcó. Le había marcado por primera vez. Y aquello le regresó las fuerzas para no rendirse.

Sabía todo lo que significaba, su salvación, su reconciliación, su manera de demostrarle que estaba ahí para ella.

Tenía que llegar a él.

Era la única razón para mantenerse con vida.

Si algún día te pierdo, todos los buenos momentos de mi vida se irán contigo.

Así que, decidió levantarse usando el cabello de Leila como apoyo, le arrancó un par de pelos y el cuero cabelludo lo resintió, el dolor de cabeza la debilitó y así pudo empujarla lejos, golpeándose sola contra el pavimento.

Sintió el esfuerzo en su abdomen tras levantarse, y una vez de pie, sin pensarlo dos veces, corrió hacia el otro extremo de la calle, cruzó sin mirar hacia los sentidos, solo le interesaba recuperar el teléfono que había perdido durante el forcejeo.

Leila, desorientada y sobando su cabeza, no tardó en caminar tras ella, tambaleándose, atisbó hacia lo lejos una luz, pero no era del teléfono, era deslumbrante.

A mitad de la calle Hallie recogió el teléfono y con una sonrisa plena deslizó su dedo índice sobre la opción verde que indicaba contestar, y antes de que ella pudiese colgarlo en su oído, salió volando de sus manos.

No hubo tiempo para recibir las disculpas de Zachary. Era demasiado tarde para decirle que la amaba.

Zachary, del otro lado de la línea escuchó el golpe, el sonido frenético de las llantas de un auto, y la llamada se cortó. El teléfono quedó destrozado, y decorado de un color de vino tinto que no le pertenecía, pero quizá sí a una de las dos chicas.




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n/a: Sin  palabras. Aquí estamos de luto. 

Ya saben lo que pasó, ¿o no?

¿Quién de las dos chicas...? 

¿Contigo sin Internet? (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora