CAPÍTULO 75

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"Eres mi hermano, pero tus ojos son fríos. 

Eres mi hermana, pero tu útero está desnudo. 

Apuesto que nuestra madre estaría orgullosa".

Wiseman- Frank Ocean






Dudaban de él. Lo sabía por las miradas y los susurros que no se molestaban en ocultar durante las escasas reuniones que tenían. Podía intuir su desconfianza y próxima huida, se daba cuenta y ellos creían que no. En espacial Larys, que merodeaba por Casterly Rock hablando en voz baja con alguno de sus abejorros.

Estaba perdiendo. Perdía hombres, aliados, comandantes y la rebelión en sí. Daeron no dormía pensando en las casas traidoras y en los señores que cambiaron sus capas para irse y refugiarse bajo las faldas de Rhaenyra.

Rhaenyra Targaryen, su hermana, todos la amaban. La amaban a ella, a su esposo y a sus bastardos. Logró que los norteños bajaran al sur como pocas veces en sus vidas lo hicieron; hizo que los Bracken y los Blackwood se dejaran de sacar los ojos entre si y se unieran en una causa común. Sacó de su nido a las águilas de los Arryn y de sus ríos a los Tully. Puso a los perros a ladrar y morder, y a los dragones a escupir fuego.

Tenía todo, y él nada.

¿Qué le quedaba? ¿La corona del conquistador? ¿Un par de casas aliadas? ¿Mercenarios comprados que no lo veían como un rey sino como un adquisidor?

La ausencia en el campo de batalla, como también darle cierta ventaja a Rhaenyra ponía inquietos a quienes habían apostado todo por Daeron; y ahora con la pérdida de los Fossoway, sus hombres bajaron las espadas. Debía de tener una buena razón para incitarlos a levantarlas de nuevo.

Una nueva casa se alió, si se podía decir alianza misma. La casa Swyft se sumó a la rebelión cuando lord Celtigar dejó en claro que los impuestos a la corona permanecerían iguales durante el invierno. También estaban los Reyne, que ofrecieron una interesante suma de dinero para financiar una parte del ejército de Daeron a cambio de prometer la mano de su hija menor a un príncipe fruto de él y Cassandra, principalmente su heredero.

Aún así estaba perdiendo, y la única esperanza de retomar su poderío descansaba en los barcos de Conrac y su inminente toma de la capital. Pidió un préstamo para ello, y les tomó cuatro meses construir esos barcos.

Su aliado más fuerte, después de los Lannister, había zarpado del Mar del Ocaso con intención de una pronta llegada a la capital. Habían planeado todo, con tanto esmero y detalle, que era imposible fallar. Llevaban hombres, catapultas y escorpiones. Por lo que había escuchado, y de los informes que compró de algunos comerciantes, en la ciudad no quedaba más que Baela y Rhaenys, que si bien tenían dragones rápidos y fieros, si todo iba a bien, no los usarían. Era la primera vez que la capital quedaba tan ausente de dragones.

Driftmark tenía tres a disposición, ahora que su sobrino bastardo, Gaemon, había montado el suyo. Y Dragonstone tenía Silverwing y centenas de inmaculados. Daeron sabía que no debía meterse con las islas, pero sabía que con tan solo adueñarse de la capital, ganaba.


—Te ves cansado, mi rey.

Cassandra apareció, silenciosa y sobándose el vientre ya notable. Caminaba lento, porque los maestres le dijeron que por la forma del vientre sería un niño grande y morrudo, bastante pesado también. Daeron se alegraba de ello, Cassandra no tanto.

Warrior, Mother and MaidenWhere stories live. Discover now