CAPÍTULO 9

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—¿Vino? —preguntó Aemond a Rhaenyra.

—Déjame dos copas, ya lidié con esto una vez, no puedo otra más.

Aemond sonrió divertido pero con tal disimulo que todos a su alrededor lo vieron más como una mueca que como otra cosa.

Rhaenyra ya estaba acostumbrada a esa extraña manera de su hermano de vivir la alegría, parecía más sonreír con la mirada que con el resto de su rostro.

—Podrías pedir una pausa —sugirió el muchacho.

—Oh no no, quiero terminar con esto, elegiré a uno y me iré.

—Lo dices como si fuese una elección fácil.

Pues no, no lo era.

Dos meses habían pasado desde que el príncipe Laenor falleció, dos meses donde pusieron a Rhaenyra entre la espada y la pared para contraer nuevamente matrimonio.

Se rehusó en un inicio y le negó con tanto fervor los deseos a los demás que hasta creyó haberlos vencido. No se casaría, no tenía intenciones de tener a otro hombre al lado.

Se sentía de nuevo como esa chiquilla de diecisiete años, temerosa del esposo que tendría. Comprendía el valor del matrimonio, pero lo que no entendía era por qué se le exigía a ella, a esta altura de su vida, volver a casarse.

La imagen de reina que daría sería tan buena como la de sus antecesores, no importaba si tenía un anillo o no en el dedo.

No quería volver a casarse. Eso implicaba volver a conocer a alguien, crear una dinámica, aguantar idioteces que no estaba lista para aguantar. No deseaba encontrarse cara a cara con un desconocido. Laenor era su primo, crecieron juntos, sabían del otro todo lo que podían llegar a saber, no tuvieron que atravesar el tedioso proceso de entenderse

Además no quería poner a sus hijos en la misma posición que estuvo ella cuando su padre se casó con Alicent. No quería exponerlos a tantos cambios.

La mano de la princesa era codiciada, pero no tanto como hace años. La lista de lores y caballeros no era tan larga como en su juventud y se sintió agradecida por ello.

El salón del trono estaba lleno de gente, cortesanos que les gustaba entrometerse, Lores ofreciendo a sus hijos o Ladies ofreciendo a sus hijas a los jóvenes príncipes. Aegon y Aemond huían cada que una mujer de cuello descubierto se les acercaba.

Ya para la tarde del día el castillo se descongestionó y solo unos cuantos quedaban a merced de la elección de la princesa.

Robusto y fuerte, Harwin intimidaba a cada hombre que ozaba acercarse por demás a Rhaenyra. Sir Harwin Strong sufría por cada propuesta que su amada recibía, pero en cuestión de segundos se regocijaba ante el rechazo de las mismas.

Los pretendientes se acabaron y no solo Rhaenyra suspiró con alivio. Aemond estuvo a su lado desde el momento que llegó el primer lord, aunque ella creía que era más para lucir su nueva gema que para acompañarla; le quedaba bien y lograba atemorizar a los más jóvenes, en especial a Luke.

Aegon y Helaena habían llegado ya casi para el final y detrás de su hermana mayor contaban chistes de cada uno de los candidatos. Rhaenyra tuvo que aguantarse la risa en más de una ocasión.

Luego de tanto estrés, a la cena semanal con el Rey se le sumaron sus tres hermanos y entre algunos silencios incómodos, risas ligeras y comentarios fuera de lugar de Aegon terminaron casi cuatro jarras de vino. El día fue cansador, nadie más que ellos merecían un poco de diversión.

El enojo de Rhaenyra con Viserys fue pasajero, sabía que él no fue el de la idea de casarla de nuevo, sería injusto condenarlo por un crimen que no era suyo.

Warrior, Mother and MaidenWhere stories live. Discover now