CAPÍTULO 53

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"Todos aman a alguien alguna vez, 

todos se enamoran de alguna manera, 

algo en tu beso, me acaba de decir, 

mi algún momento es ahora" 

Everybody loves somebody- Dean Martin 



Helaena decía que caminaba como pato y dormía como ballena, aunque no supiese muy bien como una ballena dormía.

Gerardys le confirmó que faltaban pocas lunas para su parto. Lo que era bueno porque si era sincera estaba agotada de sentirse agotada. Una paradoja interesante, a decir verdad.

La personita que llevaba en su vientre era el ser viviente más inquieto luego del dragón de Gaemon. Sentía sus pataditas día y noche y absolutamente todos en la familia en algún momento comprobaron con sus propias manos como se movía.

Los días se la pasaba acostada en el diván leyendo o reordenando su colección de orugas, no podía hacer otra cosa interesante más que eso. Había renunciado a volar hacía dos semanas cuando le costó el doble el tener que subir a la montura. Jacaerys la invitaba a los entrenamientos, como antes, pero tenía que bajar y subir muchas escaleras y en ese momento prefería no hacer esfuerzos innecesarios, aun así, le hacía compañía cuando no había deberes que atender.

Con la partida de Hedvika y Aemond a Casterly Rock y Dorne perdió dos grandes compañías, pero aún tenía a Ellyn, Miranda y Brenna Tarly, su amiga de los inicios de la gira. Su madre había protestado por la chica, aparentemente una muchacha ciega no era buena como dama de compañía, pero Helaena la ignoró "Me hace compañía, es lo que hacen las damas de compañía" le dijo en su discusión.

Helaena estaba ansiosa y compartía el sentimiento con su marido, pero bien sabían ambos que no era ansiedad igual. Él jamás comprendería el miedo de tener que dar a luz, de enfrentarse al lecho de parto y pasar horas luchando contra los dolores.

Bueno, ella tampoco lo sabía, pero lo haría pronto.

Más específicamente un medio día caluroso.


Las flores del jardín privado de Rhaenyra habían florecido y Helaena le preguntó esa mañana si la dejaba ir a ver las mariposas que volaban por allí, por supuesto su hermana le dijo que podía ir cuando quisiese y si eran sus deseos mandaría a poner unas banquetas cómodas para ella. Dicho y hecho, a mitad de su recorrido se encontró con los asientos perfectos para observar el paisaje. Aegon la acompañaba junto con Gaemon que parecía enfocar todo su interés en el trenzado de un nuevo brazalete de hilo.

Después de recorrer varios metros su cintura comenzó a doler más de lo habitual, por lo que decidieron descansar y beber un poco de limonada fresca. Charlaron sobre lo nuevo de la corte, como el silencio perpetuo de Otto Hightower en protesta luego de enterarse de que su nieto predilecto eligió la fortaleza y no Oldtown, y para colmo su némesis Rhaenyra haya sido elegida como Mano. No se quejaban, era fantástico no tenerlo fastidiando cada discurso en el consejo. También se preguntaban que estarían haciendo Aemond y su esposa en las lejanías de Westeros.

—Dándonos sobrinos, seguramente— bromeó Aegon.

Helaena quiso reírse, pero el dolor en su cintura se extendió a sus caderas y supo enseguida que algo estaba saliéndose de la línea de lo normal.

Pronto sintió como si se orinara y con dificultad se paró para constatar su accidente. No era orina, era su fuente.

—Rompí fuente ¡Aegon, rompí fuente! — dijo con prisa en la voz y nervios en la mirada.

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