CAPÍTULO 55

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Ahora estoy atrapado en medio de mi ira y mi culpa que no puedo enfrentar, 

y los recuerdos son algo que ni siquiera la hierba puede reemplazar" 

Stick Season-Noah Kahan. 



Viserys tenía en claro que ya no le quedaba mucho tiempo en el plano terrenal, tal vez un año o unos cuantos meses, pero nada más.

No le temía a la muerte, no después de todos sus años vividos, no después de todas las muertes que había visto pasar. Tenía la tranquilidad de que si moría el reino quedaría en las buenas manos de sus hijos mayores. A Rhaenyra le había enseñado todo lo que él sabía, la instruyó lo más que pudo, le dio los mejores consejos que tenía. Le habló de la profecía y confiaba en que, llegado el momento, si es que ella gobernaba, haría lo necesario; era la perfecta guardia de un sueño valyrio.

Viserys ya no podía seguir alargando su vida, no si esa consistía en sufrir cada mañana. El Extraño lo alcanzaría y él lo recibiría con los brazos abiertos y una copa de vino; no diría que estaba ansioso porque el día llegara, pero a veces pasaba horas pensando cuándo sucedería. Se preguntaba si sería doloroso, si no sentiría nada o si sería como quedarse dormido. Se imaginaba a sus padres abrazándolo como cuando era un niño caprichoso, o a su amada Aemma dándole la bienvenida a pesar de haberla condenado él mismo. Eso último era más una fantasía que otra cosa, Aemma de seguro lo odiaba.

Las últimas recaídas fueron fatales, lo dejaron en cama permanentemente. Y si era sincero, ya estaba agotado de luchar, ya no quería esforzarse más de lo necesario, y aunque Oliver insistió en lo contrario, le ordenó que solo le proporcionara algo para el dolor y nada más. En el desayuno, almuerzo y cena bebía una copa de leche de amapola tan espesa que lo sumía en una nube de confusión.

Nadie más sabía de ese acuerdo, le hizo jurar que no le diría a su esposa e hijos.


Así pasaba las semanas, pero sus jornadas no eran por completo una agonía. Aegon y Rhaenyra casi todos los días lo visitaban a la mañana y si estaba lo suficientemente lúcido le comentaban las crónicas de los asuntos de estado. Aemond, Helaena y Jace pasaban los mediodías, y algunas veces hasta iban con los niños. Daeron era más versátil, e iba en cualquier momento del día.

A pesar de todo, le gustaba estar informado sobre lo que pasaba en su consejo.

—¿Qué agenda tienen hoy Rhaenyra y Baelon? —le preguntó a Alicent mientras ella le acomodaba las almohadas de la espalda.

—Querrás decir Aegon, esposo mío—Respondió con paciencia.

—Sí, Aegon ¿Qué planes tiene para hoy?

—Están recibiendo al príncipe de Dorne con Aemond y Hedvika, el hombre quiso hacer una parada aquí después de la boda de Lucerys.

Le gustaba saber que Aemond y su esposa habían forjado una interesante amistad con el dirigente de Dorne, era un soplo de aire fresco después de años de relaciones tensas.

Alicent le contó el itinerario de sus hijos mayores, luego de recibir a los Martell, bajarían a la ciudad a controlar las obras de un nuevo barrio, después se reunirían con el consejero de edictos y el comandante de la guardia, y por último elegirían a los nuevos miembros de la guardia real.


Al día siguiente Helaena lo visitó temprano junto a Jaehaera, la niña tenía un hermoso moño rosa adornándole el cabello y balbuceaba alrededor de la maqueta de la vieja valyria mientras nadie la veía.

Warrior, Mother and MaidenWhere stories live. Discover now