CAPÍTULO 72

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"Estoy llegando como una tormenta a tu ciudad, 

no puedes, no puedes atraparme ahora, 

soy más alto que las esperanzas que derribaste"

Can't carch me now- Olivia Rodrigo. 




No era fácil hablarle a los hijos sobre la ejecución de un padre, como tampoco era fácil hablarle a una madre sobre el destino similar de un hijo.

Los hermanos Hightower, Alicent y Gwayne, desde un inicio sabían a lo que se enfrentaría su padre, y por consiguiente Daeron. También sabían sobre Michael, pero poco y nada duró en la rebelión.

Así que no se sorprendieron cuando Rhaenyra y Harwin les hablaron de sus planes para ese día.

Alicent por su parte ya le daba igual su padre. Era el germen de una rebelión y la mente detrás de la muerte de su nieto Jaehaerys y el secuestro de Aemond; también se lamentaba lo de Joffrey, pero los primero le habían marcado el alma.

Gwayne dejó de ser partidario de su padre en el momento que desdeñó a sus propios nietos y a Aldara, y todo fue en picada cuando lo eligió para que Rhaenys lo matara.

—Se le negará un juicio por combate—Eso fue lo primero que Harwin y Rhaenyra acordaron. No le darían la oportunidad de salirse con la suya— Y tampoco irá a la horca. Lady Baela lo ejecutará en el patio al anochecer.

—Mi reina ¿Podremos decirle unas últimas palabras?—preguntó Gwayne de repente—Tengo una estrofas preciosas para que repita antes de irse al infierno.

—¡Gwayne!—lo reprendió su hermana con un golpecito en la mano. No fue tanto por lo que dijo, sino más bien frente a quien lo dijo.

A Rhaenyra no le importaba, conocía a Gwayne lo suficiente para saber que su naturaleza era peculiar, le gustaban las groserías pero empleaba casi siempre el más exquisito vocabulario. No podía enojarse por dejar que su lengua se soltara.

Lady Alicent compartió una mirada cansina con la reina y esta le devolvió una sonrisa apretada pero llena de comprensión.

—Ali—Rhaenyra intentaba expresarse lo más neutral posible, porque sabía que lo que iba a decir tal vez chocaría un poco más a su amiga—Deberás saber que si Daeron está con él, también lo sentenciaré.

A la reina le brotaba la alegría de la piel de solo pensar que su medio hermano también estaría en el fortín de Gwayne, pero no podía mostrarse como tal porque a pesar de todo Alicent era su madre y manifestar júbilo ante la muerte de su hijo sería irrespetuoso.

Alicent trataba de mantenerse serena, pero los hilos de piel alrededor de las uñas demostraban lo contrario. La angustia se le salía por los poros y la mirada cansada era notable a pesar de dormir bien. Harwin al notar lo mismo que su esposa le ofreció una copa de vino tinto seco, a sabiendas que era su favorito.

—Daeron dejó de ser mi hijo en el momento que asesinó a su sangre—respondió escondiendo la mirada en la copa llena—, dejó de serlo en el momento que torturó a su propio hermano y lo dejó a la suerte de los Dioses.

Había contradicciones entre su discurso y su lenguaje no verbal. Pero no podía culparla, porque era obvio que le dolía, no por la muerte de él en sí, sino más bien por el tipo de persona en la que se había convertido.

—Los dos son libres de ausentarse a las ejecuciones si a así lo desean—les dijo Harwin.

Ambos tomaron la opción, aunque era más probable que la dejaran de lado en el momento; en especial Gwayne.

Warrior, Mother and MaidenWhere stories live. Discover now