CAPÍTULO 17

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La noticia de los barcos piratas corrió a lo largo y ancho del reino durante meses, y con suerte ningún avistamiento de problemas de igual magnitud se había hecho notar en todo el verano.

La fortaleza roja y sus ocupantes tuvieron un descanso al fin de tanto ajetreo. El calor y las flores colorearon los pasillos del castillo, y las risas y juegos de los príncipes más jóvenes musicalizaron el aire. Joffrey había convencido a su padre de dejarlo tener un pequeño cachorro y desde entonces pasaba los días acompañado del animal y sus ladridos. Por otro lado para Rhaena y Luke era temporada de bromas y gastaban la mayoría de su tiempo en desquiciar a los adultos, principalmente a las septas y a Aegon, y cuando eran benevolentes con ellos y los dejaban tranquilos pasaban las horas en las playas o a bordo de "Los mellizos".

Hacía años que el castillo no gozaba de la alegría juvenil.

Jace se unía de vez a cuando a su prima y hermano, pero prefería utilizar las tardes para entrenar junto a su padre, quien aseguraba que estaba avanzando rápido. Todavía no lograba ganarle, pero podía dar batalla, lo que no tenía de fuerte lo tenía de perseverante. Según Arthur y Qarl, con un poco más de entrenamiento en unos años sería tan temible como su padrastro.

En ocasiones llegó a ganarle al maestro de armas y a algún que otro joven de sus edad, lo que hacía que su ego y su motivación se elevara por los cielos. Helaena lo iba a ver casi siempre, se había creado una rutina bastante linda entre ellos, él entrenaba cuatro o cinco horas y ella estudiaba a sus insectos o escribía en su diario sentada a un costado de la arena, luego paseaban tomados de la mano por los jardines perfumados mientras hablaban cantidad de temas, o simplemente disfrutaban del silencio cómodo.

Jace había alcanzado en altura a Helaena, cosa que lo alegró, no le gustaba ser pequeño de estatura. Estaba cambiando corporalmente, ahora era más pesado, más fuerte, incluso ya le salía pelo en el pecho, según los adultos si no fuera porque ya estaba comprometido recibiría cientos de ofertas de matrimonio.

No creyó que eso fuera cierto, sin embargo los únicos elogios que aceptaba sin pensar del todo que eran mentira venían del corazón de su prometida.


Faltaban unas semanas para cumplir quince y estaba emocionado por las nuevas perspectivas que la edad traía consigo. Y es que además de convertirse en un aspirante a guerrero y asumir responsabilidades como heredero de su madre, Jace recibió por anticipado un poco de lo que lo esperaba a la vuelta de la esquina.

Llegado el día de su nombre, regalos de todos los rincones del reino se presentaron en la mesa de su aposento, algunas dagas, anillos con joyas incrustadas, libros de ficción, monturas o equipos de caza, pero el presente que se llevó el primer lugar por lejos, nuevamente venía de su futura esposa.

Esa mañana se tomó el atrevimiento de faltar al desayuno familiar y salió a volar junto a Helaena, estuvieron horas en el aire jugando carreras o simplemente paseando hasta que decidieron volar hasta Dragonstone, camino que ya sabían de memoria.

El castillo se alzaba en las alturas y los dragones rugieron al llegar a las playas, los habitantes de la isla si bien convivían con dragones diariamente no podían evitar dejar lo que estaban haciendo para contemplar a las bestias.

El par de jóvenes no se molestó en entrar al castillo, solo se quedaron caminando y tonteando por la playa, se sumergieron en el agua hasta las rodillas y comenzaron una guerra de salpicaduras que ganó Jace. Se recostaron en la arena caliente después de eso, el sol veraniego les daba de lleno en el rostro, y ambos cerraron los ojos para disfrutar aún más su calor.

Fue entonces que Jace sintió la presión de unos suaves labios sobre los suyos. Helaena, su dulce Helaena, lo estaba besando; dejó de respirar por unos segundos y sintió las mejillas arder.

Warrior, Mother and MaidenWhere stories live. Discover now