CAPÍTULO 57

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"Algo malo está a punto de sucederme, 

no sé qué es, pero lo siento venir". 

Steve Lacy- Dark Red. 


Cuatro semanas sin ver la luz del sol, una comida al día y solo un balde para orinar y defecar, fueron suficientes incentivos para que Otto y sus secuaces hablaran. Bueno, esos, y una gran cantidad de golpes por parte del Quebranta huesos y mutilaciones hechas por las propias manos de la reina.

Ahora, Rhaenyra los tenía arrodillados frente al trono.

Como una persona normal, hubiese optado por una decapitación en el patio de la fortaleza, como reina, optó por otra opción. Aegon a pesar de compartir su sentimiento de odio le recomendó no comenzar su reino con un derramamiento de sangre "Sería mala suerte" le dijo. Así que no habría decapitación, ahorcamientos ni nada. Eso lo sabían ellos, no los traidores.

Daemon no estaba tan de acuerdo, se molestó, chilló y se comportó como un infante, pero Rhaenyra no se doblegó, ella sabía lo que hacía. Además, contaba con el apoyo de Rhaenys.


A la audiencia se integraron las familias de los acusados y algunos otros nobles que gozaban meter sus narices en temas ajenos.

—No es mi deseo que haya sangre tan pronto en mi espada, pero debido a sus crímenes debe haber un castigo, y lo elegirán ustedes mismos—Rhaenyra bajó escalón por escalón con una lentitud que a cualquiera pudo haber sacado de quicio— Les daré tres opciones, mucho más de lo que merecen. La primera es el muro y su estilo de vida hostil, la segunda es el exilio, el despojo de sus títulos nobles, sin posibilidad de un retorno...y la marca de traidor en el pecho, por último, la tercera, y me contentaré si la eligen, es la muerte.

El asombro conjunto se elevó en el aire como una nube de humo. Los cortesanos comenzaron a murmurar sobre las posibles elecciones, y el miedo en los ojos de los acusados fue un trago de vino dulce para la reina; gozó ver como Jason dejó escapar un sollozo y a lo lejos su esposa ahogó un grito exagerado. El único que tuvo la osadía de retarla con la mirada y demostrarle su soberbia fue Otto, típico.

Rhaenyra lo miró de igual forma, pero con una sonrisa ladina cargada de una soberbia que realmente no le pertenecía a ella.

—Otto, le daré el privilegio de ser el primero en elegir, pero hágame el favor de hacerlo rápido, todos tenemos cosas más importantes.

—Mis lores me encontrarán, Rhaenyra—escupió.

—Si buscan en los siete infiernos, tal vez—comentó Aegon—No hagas esto más difícil, Otto.

—El exilio.

Eso fue lo último que dijo Otto en la capital, no volvió a abrir la boca, ni siquiera cuando se lo llevaron a las mazmorras para marcarlo. Los otros no fueron diferentes, y también eligieron el exilio, porque la muerte ni siquiera era una consideración y el ir al muro sería igual a morir para alguien que estaba acostumbrado a que le cortasen las patas del cerdo antes de comerla.

Un barco de la corona los llevaría a la Bahía de los Esclavos, y los dejaría a su suerte, nada de bolsas de monedas, ni armas, ni nada.

Y así fue, y aunque a Rhaenyra le partió el alma ver llorar a Alicent, no se retractaría de sus decisiones. Otto era la semilla envenenada que germinaría en su contra sin importar.

Pero también estaban aquellos que aparentemente fueron convocados para participar de la traición. Humfrey Lefford, Unwin Peake, Clarent Crakehall, y Johanna Westerling eran los más comprometidos, fueron los únicos nombres que salieron de las bocas de los exiliados. Inesperadamente lord Hightower y lord Tyrell nunca ocuparon un lugar en la confesión de los criminales, y parecía genuinamente sorprendidos ante las acciones de ellos; sin embargo, Rhaenyra no le quitar el ojo de encima.

Warrior, Mother and MaidenWhere stories live. Discover now