CAPÍTULO 15

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Aemond podía estar armado con fuegoscuro, con dos dagas o una ballesta, siempre había sido un aficionado a las armas letales, y en su opinión no solamente las que llevaban una empuñadura podían ser catalogadas como tal.

Ya sea con juegos de palabras o frases filosas, el príncipe atacaba a quien lo atacaba con su ingenio y discurso, habilidad que había sido cultivada desde muy pequeño; podía darle las gracias a Aegon con sus constantes bromas de mal gusto, en esas ocasiones Aemond tenía la oportunidad de contraatacar sin daño físico real.


Cuando Rhaenyra volvió a la corte, hizo de un gran esfuerzo para no sacarle filo a sus armas y atacar sin razón alguna a su sobrino. Por suerte, el muchachito no hizo amague de querer enfrentarse a Aemond.

Los días posteriores a su llegada se dividieron en despedidas a los invitados del torneo, recibimiento de regalos y análisis de propuestas de matrimonio. Ahora, con diecisiete años, el príncipe Aemond obtenía la atención de más de una mariposa de primavera.

Durante la semana que había pasado, varias doncellas extendieron su plumaje cual pavo real en busca del interés del joven. Y si bien Aemond era parcialmente ciego podía apreciar la belleza de las señoritas de la corte, sin embargo sería un insulto ilusionarlas con falsas esperanzas; sentía que todavía no estaba listo para un matrimonio, tenía muchas conquistas personales antes de tomar una esposa.

Su madre y hermana le habían hablado de los beneficios del matrimonio para la corona, ya sea futuras alianzas o provechos generosos, pero no insistieron en ponerle un anillo rápido.

Viserys por su lado no omitió las mismas razones, pero le dio otro tipo de discurso. Si bien recalcaba la importancia de una unión, le dio libre albedrío para elegir a su esposa, tal como había hecho con sus hijas y seguramente con Aegon. Él confiaba en los criterios inteligentes de todos sus hijos.

Con cada mujer, ya sea una doncella o una reciente viuda, fue amable y educado. Excepto con la chica que lo sacó de sus casillas en la boda de Rhaenyra, Cassandra Baratheon había vuelto y esta vez con renovados aires de cordialidad, probablemente por obligación. A ella no le dirigió más de diez palabras.

Rhaenyra y Aegon habían unido sus sentidos del humor y en las reuniones de estudio sacaban a la superficie bromas que Aemond ni siquiera consideraría de mal gusto. A pesar de ser él el blanco de tales chistes, se vio envuelto en carcajadas compartidas con sus hermanos mayores.


En un ambiente un poco más hostil que la biblioteca, como el patio de espadas, se cruzaba seguido con Jacaerys y por ende con Lucerys, pero cuando hacía acto de presencia, el más pequeño de los hermanos siempre tenía una excusa por la cual marcharse.

Para su sorpresa a las pocas semanas de haber arribado a King's Landing, Jacaerys y Aemond se vieron compartiendo entrenamientos. En uno de los tantos, su sobrino mencionó la carta que le había enviado tiempo atrás y expresó similares disculpas. Claro que Aemond las aceptó, pero fingió un poco de resistencia solo para ver tambalear la confianza del chico.

-Mi madre estará contenta con esto, y mi prometida igual. Helaena me ha hecho saber que nuestra enemistad la perturbaba continuamente-dijo Jacaerys mientras preparaba su armadura.

-Supongo que ambos estamos poniendo de nuestra parte para verlas felices. De lo contrario ninguno estaría aquí.

-Lamento también mi comportamiento de nuestra niñez-dijo después de un rato-ya sabes, las estúpidas bromas como la del terror rosado.

-Que no te machaque la conciencia ese pobre animal -Aemond ya estaba listo para pelear contra Jace, los dos con espadas de menor calibre y bajo la supervisión del nuevo maestro de armas- se lo di de comer a Vhagar apenas regresé de Driftmark.

Warrior, Mother and MaidenWhere stories live. Discover now