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Cuando era más joven, había comprendido inmediatamente que era diferente y, aunque nunca lo consideró algo malo, también se dio cuenta de que para otros lo era.

Su madre había fingido que simplemente nada pasaba, que no le había dicho nunca respecto al chico que le gustaba en la primaria, que nunca había leído la carta de amor que le escribió a un amigo en Alemania (que no le volvió a hablar después) y que su hijo no era definitivamente gay.

Yangyang nunca se lo dijo explícitamente, siempre había notado que su madre se ponía muy incómoda cuando encontraban una pareja de dos hombres en la calle.

En Alemania no era la gran cosa, casi nadie les decía nada en público y su madre no sería la excepción, pero Yangyang notaba cómo se ponía tensa, cómo apretaba más el agarre en su mano y lo atraía hacia ella, ocultándolo de aquellos hombres, como sí pudieran hacerle cualquier cosa, sólo por pasar a su lado.

Había insinuado su orientación sexual durante años, hasta que finalmente se había rendido, sí su madre no quería verlo, bien, pero en él no quedaba, él nunca se ocultó de ella.

Cuando se mudaron a China, Yangyang sabía que las cosas serían mucho más difíciles para él, no sólo porque estaba en otro continente y en una sociedad y cultura completamente diferente de la que había conocido hasta ahora, sino también por ser gay.

Y ahora, tenía enfrente a su peor pesadilla, lo que sabía que pasaba en China pero que nunca creyó ver de tan cerca.

A Chenle, el amigo de Renjun, sentado en la alfombra de la sala, jugando con la comida de su plato desechable sin mirar a ninguno a la cara después de soltar la bomba.

—¿Y ella...? —comenzó a decir Renjun, pero se detuvo, pasando saliva y, quizás, eligiendo las palabras cuidadosamente—. Es decir, ¿tus padres-?

—Claro que están de acuerdo —lo interrumpió Chenle, soltando un suspiro después de decirlo y dejando su plato en la mesita de centro—. Ya tengo diecinueve, no veían la hora de poder casarme, es obvio que quieren que siga los pasos de Jiashuai.

—Pero él prácticamente ya nunca está en China. —Renjun se cruzó de brazos, Yangyang frunció las cejas, sin saber quién era Jiashuai y por qué Chenle debería seguir sus pasos.

Supuso que se enteraría después, así que permaneció en silencio y continuó escuchando.

—Ya sé. —Chenle hizo un puchero—. Pero es claro que yo debería hacer lo mismo, antes de que piensen que Kun y yo no éramos sólo amigos.

Renjun soltó un suspiró, dejándose caer contra el sofá y mirando hacia sus piernas.

—Pero tienes diecinueve —recalcó Yuqi, como si Chenle mismo no acabara de decirlo—. ¿Quién se casa a los diecinueve?

Ella llegaba de la cocina con un recipiente lleno de palomitas, las había estado preparando los últimos treinta minutos pero, ya que el departamento no tenía divisiones por habitación, había escuchado toda la conversación.

—Mi hermano se casó a los veintidós. —Chenle la miró a través de las pestañas—. Y mis padres a los quince y catorce años.

Con esa nueva información, Yangyang rellenó el hueco que se formó junto al nombre Jiashuai: hermano de Chenle.

Llevaba todo el rato en silencio porque realmente no tenía mucho que opinar, estaba ahí principalmente como apoyo moral... Y para comerse la comida, no iba a mentir. Meiqi y Chengxiao también estaban ahí, pero sólo se quejaban y hacían ruidos de aprobación o desaprobación en dirección de Yuqi y Renjun, cuando daban sus opiniones.

Candy ⇢ HenYangWo Geschichten leben. Entdecke jetzt