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Era su culpa.

Era completamente su culpa y lo sabía, y eso era lo que más le dolía de todo esto.

Le ardía el pecho desde anoche, a pesar de que trató de convencerse de que no valía la pena llorar por alguien así. Aunque eso era algo que su propio corazón no podía comprender, tampoco su mente, y se había quedado dormido llorando. Había dormido apenas dos horas para cuando el cielo comenzó a clarear y los rayos del sol acariciaron su cara hinchada.

Se incorporó en la cama durante un momento, pero después se cubrió la cara con las manos y comenzó a llorar otra vez, sin saber realmente cuánto tendría la fuerza para detenerse.

Cuando era niño, y su madre aún lo amaba, ella solía decirle que era una persona muy especial, porque su corazón, a pesar de ser pequeño, era capaz de amar con mucha intensidad y guardaba en su interior a demasiadas personas, como si no tuviera fondo alguno.

En aquel entonces no le parecía un problema demasiado grande, ¿por qué sería problemático amar? Todo el mundo quería amar y ser amado, ¿no?

La cosa es que, las personas que aman no siempre reciben el mismo amor a cambio, y eso lo comprendió a los quince años, luego de haber pasado mucho tiempo ocultándole a “su mejor amigo” que estaba enamorado de él, todo para que él no sólo lo rechazara deliberadamente, sino que también le dijera a su madre lo que había pasado y la hiciera llorar porque su único hijo era gay.

Volvió a entrar al clóset inmediatamente, jurándole a su madre que le gustaban las chicas, que había peleado con Dongcheng y que probablemente por eso había dicho mentiras sobre él. Su madre no le creyó, pero fingió que sí y nunca más se volvió a hablar del tema.

Hasta que cumplió los dieciocho años y salió de su casa, para no volver jamás, sólo miró a su madre, ella también lo miró y eso fue todo.

Amaba a su madre todavía, obviamente, y jamás iba a dejar de amarla, aunque no volviera a verla ni siquiera el día en que dejara este mundo. Su madre le había dicho que su corazón era especial, pero no había mencionado que también era estúpido, como para continuar queriendo a las personas aún después de que lo rechazaran.

Su corazón lucía pequeño, pero era como un compartimiento mágico, que podía albergar muchos recuerdos, muchos sentimientos, muchas personas; su corazón siempre podía estirarse para dejar entrar a alguien más. Era algo cursi, pero Renjun siempre había dicho que todos tenían un lugar en su corazón, incluso la amable casera del edificio, que le dejó vivir ahí gratis un par de meses hasta que consiguiera trabajo y dinero suficiente para pagar.

También estaba ahí, un adorable cachorro que había vivido en la esquina de su calle, alguien lo había abandonado en una caja de cartón justo al lado de la tienda que estaba abierta las veinticuatro horas. Como recién parecía de uno o dos meses y Renjun no podía llevarlo a su departamento, le llevó comida religiosamente cada día y cada noche, hasta que no lo vio más y la chica que atendía la tienda le dijo que un chico lo adoptó y se lo llevó.

El chico también estaba en su corazón, a pesar de que no lo conocía, pero había decidido darle un hogar al cachorrito y Renjun le dio su corazón sin conocerlo.

Él era así. Estaba dispuesto a darle su corazón a todo aquél que lo mereciera, lo malo era, que no siempre estaba seguro de que las personas a quienes se lo daba, lo merecieran.

Candy ⇢ HenYangHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin