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Desde hace dos días que había una voz molesta en su cabeza, que le repetía incansablemente que había sido idea suya que Kunhang no lo besara.

Tiene que admitir que había sido un momento de valentía, porque tenía la cabeza fría y estaba pensando bien con ella, cuidaba su corazón y no iba a permitir que Huang Kunhang lo ilusionara y después le rompiera irremediablemente el corazón.

¿Ahora? Ahora estaba muriéndose por besarlo, porque no era sano estar ocho horas junto a él trabajando en la heladería y no poder besarlo ni una vez.

La cita que habían tenido había sido la gota que derramó el vaso, porque había sido tan... Espontánea y tan tonta al mismo tiempo, que todo lo que pudo desear mientras estuvieron ahí, fue que en serio, en serio Kunhang sintiera algo por él.

Que de verdad se atrevieran a intentar algo y que les saliera bien.

Y ahora, no dejaba de pensar en el beso, pero tampoco podía besarlo él, porque había dejado claro que el que debería besarlo es Kunhang y sólo así sería aceptable.

La voz entonces volvió a burlarse y a decirle “ah, pero tú querías que fuera Kunhang quién te besara, ¿no?” y pues sí, si quería que fuera él, que él diera el primer paso y que el beso comenzara de esa forma. No quería ser él porque no quería ser lastimado si Kunhang lo rechazaba finalmente.

La campana de la puerta sonó entonces, siendo el primer cliente del día, Yangyang se acomodó el estúpido gorro de marinero en la cabeza y agarró aire para hablar.

Pero vio a las personas que iban entrando y se cayó.

Kunhang, que estaba escribiendo el inventario de la semana, frunció el ceño y levantó la vista al ver que no hablaba, también se quedó callado al ver quiénes eran y dejó el bolígrafo lentamente en el mostrador.

—¿Qué haces tú aquí? —preguntó Kunhang, con la voz más extrañada que sorprendida.

Yukhei se recargó de una mesa y se cruzó de brazos.

—Hola para ti también, primo. —Yukhei bufó, haciendo que su gorrito de marino se inclinara hacia un lado.

Oficialmente, Yukhei no había sido despedido de la heladería, así que no era sorprendente que se presentara a trabajar con todo y uniforme. Lo sorprendente, era que se presentó junto con Renjun.

Y con el vecino de Renjun, Donghyuck.

—Hola, Jun —saludó Yangyang, ignorando completamente a Yukhei, Renjun le sonrió. Yangyang después miró a Donghyuck—. Donghyuck, ¿cómo estás?

—Bien, ¿y tú, Yang? —La forma tan informal en que le habló, confundió un poco a Yangyang, así que miró a Renjun y él, como toda respuesta, sonrió.

Entonces todos se quedaron en silencio, Yangyang porque sabía que era hora de que Yukhei dijera algo, Kunhang porque continuó con el inventario, Renjun y Donghyuck comenzaron a susurrarse en coreano.

—Mamá me pidió regresar a trabajar —dijo Yukhei entonces, después de ver que nadie más pensaba romper el silencio—. Así que, como no fui despedido, regresé.

Yangyang, que continuaba ignorándolo olimpicamente, miró a Renjun a los ojos, queriendo comunicarle todos los instintos asesinos que estaba tratando de contener para no matar a Yukhei con sus propias manos.

Renjun entendió, así que trató de calmarlo poniéndole una carita de gatito bajo la lluvia que, sorprendentemente, funcionó, porque Yangyang se calmó y por fin miró a Yukhei.

Yukhei se estremeció como si una ráfaga de viento hubiera entrado por su cuerpo, Yangyang bufó y se cruzó de brazos.

—Tócame las pelotas de nuevo —comenzó a decir, señalándolo— y te aseguro que nadie encontrará tu cadáver.

Candy ⇢ HenYangDonde viven las historias. Descúbrelo ahora